El mejor maestro es un ejemplo a seguir
En la coyuntura actual, cuando
vemos a los maestros movilizándose en todas las ciudades, exigiendo un aumento
salarial y otros beneficios; no podemos dejar de recordar a nuestros propios
profesores de la infancia y de la juventud; personalmente recuerdo con mucho
cariño aquellos que me inspiraron a ser mejor persona, a los que motivaron mi
curiosidad por saber más, a los que con cariño me corrigieron, a los que me
retaron para demostrarles que yo podía; pero también hubo aquellos que con una
sola sentencia acabaron con alguno de mis sueños, o que con su cansancio mataron
mi interés sobre un tema, o aquellos que estaban aburridos de su profesión y
venían de mal humor a cumplir sus horarios y peor aún aquellos que ni recuerdo
qué me enseñaron.
Por tanto, nadie puede negar que
la labor de los maestros en la construcción de una sociedad más humana y justa
es esencial. En sus manos se encuentran los cerebros de niños y jóvenes para
moldearlos según lo que ellos crean que es lo mejor o en muchos casos, como
alguien dijo más bien formar una actitud crítica en sus estudiantes que les
haga dudar de todo lo que les dicen. Pero están también bajo su responsabilidad los espíritus y sueños
de sus alumnos, algo más frágil que deberían cuidar mucho más y no tomar a la
ligera. Por lo que de ellos dependerá la formación de seres humanos que
equilibren la razón con el corazón, la ciencia con la conciencia, porque como
dicen “la sabiduría sin amor es un elemento destructivo”.
Por tanto, al ser tan fundamental
esta labor merecen una remuneración acorde a su responsabilidad y no así que
sea una de las profesiones peor pagadas en el país, por ejemplo es totalmente
ilógico que su salario no pueda compararse con la de un médico o un arquitecto.
El Estado debe ser consiente que en sus manos recae el futuro mismo de la
nación, puesto que de las aulas saldrán los futuros presidentes, científicos y
líderes que podrían cambiar a Bolivia.
Sin embargo, es cierto que ha
decaído en gran medida la verdadera vocación en esta profesión y no quedan
muchos profesores que estén completamente entregados a la formación de mejores seres
humanos críticos, seguros de sí mismos y que tengan el sueño de cambiar al mundo.
Por el contrario, parece ser que entre los postulantes para maestros prima más
el interés por un trabajo seguro, horarios cómodos y buenas vacaciones.
Para subsanar esta crisis de
vocación pienso que es importante incidir en una mayor exigencia en el momento
de la admisión a esta carrera y en el proceso de formación porque además,
ahora, aparte de los conocimientos esenciales en cualquier materia, las
estrategias metodológicas variadas y creativas y, por supuesto, de la pasión
por la educación; es indispensable la formación en el uso de nuevas tecnologías,
puesto que quienes no tienen este conocimiento serán derrotados por el Internet, los vídeo juegos y los celulares, ya que ahora tanto niños como jóvenes están más interesados en ellos,
que en escuchar el mismo discurso de siempre muchas veces desactualizado de los
profesores. Éste es un reto que puede ser una gran oportunidad para un maestro
o maestra con vocación para enseñar.
En conclusión la profesión de la
docencia en cualquier país que vea como prioritaria la educación de su
ciudadanía tiene que ser una de las más valoradas, empezando por un sueldo
acorde a su responsabilidad; por lo que esto dará la posibilidad de una
exigencia mayor a los maestros que deberán ser aquellos que renueven, protejan
e incentiven a los futuros ciudadanos de nuestro país. Así esperamos contar en
las aulas de nuestros hijos y nietos con verdaderos profesores que sean
exigentes, interesantes, que enseñen a cuestionar, que promuevan una visión
crítica, que contagien pasión por su materia, que cuiden y ayuden a cumplir los
sueños de sus alumnos, que fortalezcan su espíritu y que en síntesis sean el
mejor ejemplo a seguir , porque como escribió Celso Antunes “Para ser un
educador de verdad, un verdadero maestro, todo profesor debe, antes, ser una
gran persona”