El 2 de octubre se recuerda el
Día Internacional de la No Violencia en conmemoración al aniversario del
nacimiento de Mahatma Gandhi, líder del movimiento de la Independencia de la India
y pionero de la filosofía de la no violencia. Este año ha estado antecedido por una noticia
que ha impactado a todos los que la vimos en los medios de comunicación, la
masacre en Las Vegas, donde murieron más de 55 y están heridas otras 500
personas a manos de un hombre que empezó un tiroteo. Cuando escuchamos este
tipo de informaciones nos alegramos de vivir en ciudades relativamente
tranquilas y con menos violencia que en países como Estados Unidos; sin embargo
tenemos que estar conscientes que la violencia es un fenómeno que tiene muchos
niveles y todos son destructivos y afectan a gran número de víctimas. Por
ejemplo si bien no vivimos el tipo de masacre masiva que en el país del norte,
sí escuchamos todos los días la violencia ejercida, especialmente contra niños,
niñas y mujeres de todas las edades; para comprobarlo los reto a ver un
noticiero completo cualquier día e ir contando cuántas de las noticias
presentadas son referentes a violencia contra estos grupos.
Entonces ¿acerca de qué tendríamos
que reflexionar este Día de la NO Violencia? Primero que la violencia no está
alejada de nuestro día a día, la vivimos en muchos espacios de nuestra vida, no
solo desde el exterior o de parte de otras personas, sino que en algún momento
incluso nosotros empezamos con un comportamiento agresivo, por ejemplo cuando
perdemos la paciencia y gritamos a nuestros hijos, cuando insultamos, despreciamos
o discriminamos a otros, actitudes que luego se pueden convertir en actos
violentos, es decir aquellos que se realizan con una intencionalidad. Además
nos volvemos en cómplices de la violencia cuando vemos en espacios públicos a
alguien que está maltratando de alguna manera a otra persona y no hacemos nada,
cuando no nos manifestamos si en el centro educativo de nuestros pequeños hay
una pelea entre niños y cuando le aconsejamos a los hijos que pegue a ese
compañerito que tanto le molesta por que “tiene que aprender a defenderse”; de
todas estas formas estamos contribuyendo a más violencia.
Sin embargo también lo hacemos
cuando no enseñamos a los hijos a controlar sus emociones, especialmente las
negativas, aquellas que fácilmente se nos van de las manos, como el enojo y la
ira, estas emociones que son las responsables de que no se esté completamente
conscientes de lo que se hace en el momento de exaltación y que nos pueden
llevar a cometer gravísimos errores y si llegan a ser continuas podrán consolidarse
en hábitos violentos.
Por todo esto, en vez de solo quejarnos
por toda la violencia que se vive en la sociedad actualmente, esperando que el
Estado u otras instancias encuentren soluciones, seamos parte de esa medida,
eduquemos niños y niñas sensibles, empáticos y respetuosos con los demás;
solidarios, que no se callen si hay que defender a alguien que lo necesite, si
hay que denunciar un acto de violencia, porque una educación respetuosa hará la
diferencia, pero ¿có
mo podemos lograrlo?, después de reflexionar y leer
literatura al respecto puedo decir que la mejor forma es a través del amor, a
pesar de ser una persona impaciente y renegona, todos los días trato de ver con
más amor a mis hijos, no es fácil, no hay un cambio de la noche a la mañana, es
un proceso, pero si no empezamos con pasos pequeños nunca avanzaremos.
Cada día tratemos cariñosamente a
los hijos, despertemos y demos un beso de buenos días y al despedirlos a la
escuela, al acostarlos y sin tener ninguna excusa, que sepan que expresar amor
es la mejor forma de combatir todas las emociones negativas, también es
importante admitir los propios errores y disculparnos con ellos cuando perdemos
la paciencia, y demostrarles en cada una de nuestras acciones nuestro
compromiso por cambiar, así ellos sabrán que pueden equivocarse, que no está
mal, pero que el error solo les debe servir para aprender de él y en adelante
mejorar.
Pienso que estos dos pequeños y
sencillos pasos pueden convertirnos en actores que previenen la violencia desde
la raíz del problema, porque está comprobado científicamente que las personas
que ejercen violencia de cualquier tipo contra otros es porque, en un alto
porcentaje, tienen baja autoestima, vivieron o vieron directamente violencia en
su infancia, por tanto construir un futuro con menos violencia en los hogares y
en la sociedad está en nuestras manos y corazones como padres. La mejor forma
de combatir la violencia es a través de una educación con amor y respeto.
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