Una niña en cualquier pueblito alejado
ve cómo su madre se ha ido consumiendo por el trabajo en la tierra, el cuidado
de su casa, de sus hermanos y cuando piensa en su futuro se le ocurre que éste
es el único que le espera. En una ciudad otra pequeña ve a su madre joven
concentrada en su trabajo sin tiempo para compartir con ella, casi no la conoce
ni se interesa por sus problemas o sus sueños, pero le compra todo lo que desea,
el futuro para ella tampoco es alentador.
Estas dos situaciones
diametralmente opuestas si bien son extremos no están lejos de ser realidades
que se viven actualmente en muchos países latinoamericanos y en este mes, que
se recuerda el Día de la Mujer Boliviana y el Día Internacional de la Niña me
puse a reflexionar sobre cuáles son las circunstancias determinantes para que
una niña que luego se convertirá en una mujer alcance la felicidad.
Coincidirán conmigo que son
muchas las circunstancias que atraviesa una mujer en el curso de su vida, desde
el lugar donde nace, la familia en la que se cría o la ausencia de ella, el
tipo de educación que recibe, las personas con las que se relaciona y lo que
espera ella de su futuro. Sin embargo pienso que existe un factor trascendental
en la vida de toda persona, pero estoy segura que mucho más en las mujeres y es
“la autoestima”.
Ustedes se preguntarán ¿por qué
especialmente en la vida de las mujeres? Porque a las mujeres en toda la
historia nos han tocado circunstancias muchas más adversas para desarrollarnos,
por ejemplo: desde hace unas décadas atrás no se tomaba en cuenta nuestra voz,
no teníamos acceso pleno a la educación, ni a las oportunidades para un
desarrollo integral. Hoy todavía nos quedan más desafíos, a pesar de los
grandes avances que las sociedades en el mundo han dado en el restablecimiento
de los derechos de las mujeres.
Por lo que para afrontar estos
retos, la autoestima se convierte en un factor que puede marcar la diferencia,
es una herramienta fundamental en el camino hacia su realización, es la base
para desarrollar una personalidad y carácter fuertes, estables y congruentes
que les permitan superar los obstáculos que se les presentarán en la vida.
Imaginemos nuevamente estas dos
circunstancias: la misma niña que describí antes, que vive en un pueblito
alejado, y a pesar de su realidad tiene una maestra que la ha estimulado en el
aula demostrándole que es única, valiosa
e inteligente; ella entonces irá recuperando su autoestima y afrontando con más
confianza en sí misma su realidad al creer en ella, por tanto su visión de
futuro cambiará positivamente. De la misma forma la niña de la ciudad si tiene
la suerte de toparse con una prima, tía, abuela o maestra que fortalezca su
autoestima, a pesar de la realidad que vive con su madre, podrá entender que la
aman y que tiene todo el derecho de ser amada y por tanto merece todo lo bueno,
desde crecer en su desarrollo intelectual sin dejar de lado su vida familiar.
En estas postales de vida
observamos la importancia de valorarnos, de amarnos y aceptarnos como somos
para afrontar cualquier realidad que nos toque vivir, conociendo críticamente
nuestras debilidades, defectos, así como virtudes y fortalezas; siendo mujeres
esto significará que la confianza en nosotras mismas contribuirá a superar los
obstáculos que todavía encontramos en la sociedad; desde sufrir violencia
doméstica a manos de nuestras parejas, tener que dejar el desarrollo educativo
o profesional por la maternidad; no ser evaluadas objetivamente en las capacidades
profesionales adquiridas en comparación a las de un hombre, por tanto no ganar
el mismo sueldo que un colega varón, no poder viajar solas por la inseguridad
que esto conlleva y así podríamos seguir llenando páginas.
Si formamos niñas, que luego se
convertirán en mujeres con una autoestima alta lograremos que estén seguras de
sí mismas, que encuentren soluciones a los problemas que se les presenten y que
tengan una mirada positiva frente a
cualquier circunstancia; que la confianza en ellas las impulsen a luchar y
conseguir sus sueños; que si cometen errores en su vida no se hundan, sino que
aprendan de sus experiencias, que tengan capacidad de tomar decisiones en
cualquier ámbito; por tanto sean persistentes y nunca se den por vencidas,
porque tendrán la seguridad de alcanzar cada una de sus metas, esto las
convertirá en seres felices que tengan la capacidad de ver lo bueno en los
demás, en el mundo que las rodea y ayudarán a encontrar ese mismo bienestar a
los demás y así trasmitiendo todo esto a sus hijos: hombres y mujeres. Por
tanto poco a poco se formarán generaciones de seres humanos felices y plenos
que busquen el bienestar común, todo a partir de motivar a que las mujeres
tengan una mejor “autoestima” para hacerlas felices, ya que se lo merecen
plenamente.
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