jueves, 15 de junio de 2017

El mejor maestro es un ejemplo a seguir

El mejor maestro es un ejemplo a seguir


En la coyuntura actual, cuando vemos a los maestros movilizándose en todas las ciudades, exigiendo un aumento salarial y otros beneficios; no podemos dejar de recordar a nuestros propios profesores de la infancia y de la juventud; personalmente recuerdo con mucho cariño aquellos que me inspiraron a ser mejor persona, a los que motivaron mi curiosidad por saber más, a los que con cariño me corrigieron, a los que me retaron para demostrarles que yo podía; pero también hubo aquellos que con una sola sentencia acabaron con alguno de mis sueños, o que con su cansancio mataron mi interés sobre un tema, o aquellos que estaban aburridos de su profesión y venían de mal humor a cumplir sus horarios y peor aún aquellos que ni recuerdo qué me enseñaron.
Por tanto, nadie puede negar que la labor de los maestros en la construcción de una sociedad más humana y justa es esencial. En sus manos se encuentran los cerebros de niños y jóvenes para moldearlos según lo que ellos crean que es lo mejor o en muchos casos, como alguien dijo más bien formar una actitud crítica en sus estudiantes que les haga dudar de todo lo que les dicen. Pero están también  bajo su responsabilidad los espíritus y sueños de sus alumnos, algo más frágil que deberían cuidar mucho más y no tomar a la ligera. Por lo que de ellos dependerá la formación de seres humanos que equilibren la razón con el corazón, la ciencia con la conciencia, porque como dicen “la sabiduría sin amor es un elemento destructivo”.
Por tanto, al ser tan fundamental esta labor merecen una remuneración acorde a su responsabilidad y no así que sea una de las profesiones peor pagadas en el país, por ejemplo es totalmente ilógico que su salario no pueda compararse con la de un médico o un arquitecto. El Estado debe ser consiente que en sus manos recae el futuro mismo de la nación, puesto que de las aulas saldrán los futuros presidentes, científicos y líderes que podrían cambiar a Bolivia.
Sin embargo, es cierto que ha decaído en gran medida la verdadera vocación en esta profesión y no quedan muchos profesores que estén completamente entregados a la formación de mejores seres humanos críticos, seguros de sí mismos y que tengan el sueño de cambiar al mundo. Por el contrario, parece ser que entre los postulantes para maestros prima más el interés por un trabajo seguro, horarios cómodos y buenas vacaciones.
Para subsanar esta crisis de vocación pienso que es importante incidir en una mayor exigencia en el momento de la admisión a esta carrera y en el proceso de formación porque además, ahora, aparte de los conocimientos esenciales en cualquier materia, las estrategias metodológicas variadas y creativas y, por supuesto, de la pasión por la educación; es indispensable la formación en el uso de nuevas tecnologías, puesto que quienes no tienen este conocimiento serán derrotados por el Internet, los vídeo juegos y los celulares, ya que ahora tanto niños  como jóvenes están más interesados en ellos, que en escuchar el mismo discurso de siempre muchas veces desactualizado de los profesores. Éste es un reto que puede ser una gran oportunidad para un maestro o maestra con vocación para enseñar.

En conclusión la profesión de la docencia en cualquier país que vea como prioritaria la educación de su ciudadanía tiene que ser una de las más valoradas, empezando por un sueldo acorde a su responsabilidad; por lo que esto dará la posibilidad de una exigencia mayor a los maestros que deberán ser aquellos que renueven, protejan e incentiven a los futuros ciudadanos de nuestro país. Así esperamos contar en las aulas de nuestros hijos y nietos con verdaderos profesores que sean exigentes, interesantes, que enseñen a cuestionar, que promuevan una visión crítica, que contagien pasión por su materia, que cuiden y ayuden a cumplir los sueños de sus alumnos, que fortalezcan su espíritu y que en síntesis sean el mejor ejemplo a seguir , porque como escribió Celso Antunes “Para ser un educador de verdad, un verdadero maestro, todo profesor debe, antes, ser una gran persona”

El Padre ideal

El Padre ideal


En mi vida no tuve la oportunidad de contar con un padre presente, mi abuelo fue la figura paterna que de pequeña admiré, a pesar de que como todos los de su generación y por sus doce hijos y sus más de quince nietos no tenía mucho tiempo, me brindaba su cariño que confortaba mi corazón, especialmente en estas fechas en las que en la escuela todos celebraban a sus papás. Sin embargo, el resto del año, podía sobrevivir sin un padre a mi lado. Como para muchos mi mamá fue lo suficientemente fuerte, valiente y trabajadora para sacarnos adelante a mis hermanos y a mí; así fue padre y madre para nosotros, pero debo admitir que siempre resentí la ausencia paterna; a veces cuando peleaba con mi mamá, que era seguido, soñaba que mi padre venía a rescatarme, pero nunca lo hizo. Después de toda una vida sin él a penas ahora voy entendiendo el verdadero significado de ser padre esto gracias a mi esposo que es el papá que más admiro y el ideal para mis hijos.
Como mi historia, deben existir miles más, incluso otras más escalofriantes en las que la ausencia del progenitor no es el problema sino su presencia tóxica y enferma. No obstante hay muchos más padres también que aman y acompañan a sus hijos, por lo que concluyo que los padres cumplen una labor trascendental en la vida de todos nosotros y por tanto son los responsables para la formación de personas más humanas o lo contrario, dependiendo del rol que cumplan a lo largo de nuestra existencia.
Pienso que también es cierto que es difícil ser padre hoy porque seguimos siendo una sociedad machista que define la tarea de los progenitores como simples proveedores sin derecho ni obligación a inmiscuirse en la educación y acompañamiento de sus hijos. Esto lo vemos en los colegios, en las reuniones de padres de familia, las madres son casi las únicas que asisten. De la misma forma, es esta sociedad la que lo reprime a manifestar sus sentimientos a sus seres queridos y por tanto no puede enseñar, con el ejemplo, a sus hijos a administrar correctamente sus emociones. Un ejemplo claro es cuando tanto hombres y mujeres reaccionan frente al llanto de los más pequeños diciéndoles que sólo las niñas lloran, que qué van a pensar los demás si los ven así; que cuando los hijos se enojan, los padres se enojan el doble y así muchas más reacciones negativas.
Por estas razones a veces lo mejor que puede hacer un padre es alejarse de la vida de sus hijos para no maltratarlos con su toxicidad. Pero hay también aquellos que de todas formas se quedan y dañan de tantas formas a quienes  debían proteger y amar, así van convirtiendo sus hogares en pequeños infiernos a los que sus hijos no quieren regresar o los van replicando, ellos mismos, en otros espacios como la escuela convirtiéndose en los victimarios y engrosando así el número de personas deshumanizadas que posiblemente reproducirán este círculo de dolor y abuso con sus propias familias.
Pero no todo es obscuro y malo, claro que sí, existen miles de padres amorosos que después de una agotadora jornada de trabajo llegan a sus casas a jugar con sus hijos, que les enseñan con su ejemplo a amar y ser amados; a respetarse a uno mismo y a los demás; a valorar la dignidad humana y a luchar para defenderla sobre cualquier injusticia; aquellos padres que hacen cualquier sacrificio por ver felices a sus niños y también los que se quedan solos porque la madre ha abandonado el hogar o ha fallecido y tienen que ser ellos solos padre y madre al mismo tiempo. Éstos son los padres responsables de dejar su mejor legado en este mundo, personas felices y más humanas que saben que en el amor y servicio a los demás encontrarán una vida plena.
Para mí, entonces, el padre ideal no es aquel que no comete errores, sino aquel que si los comete pide perdón a sus hijos y les enseña a perdonar con amor, aquel que todos los días lucha consigo mismo para convertirse en el mejor ejemplo para sus hijos y el que tiene el sueño no de tener hijos exitosos, sino felices, porque sólo así entenderán el verdadero sentido de la vida. Es a estos padres a los que debemos agradecer, valorar y festejar todos los días y no sólo el 19 de marzo.