jueves, 31 de agosto de 2017

Ser joven es un estado mental


En la comedia norteamericana “Hermanas” protagonizada por Tina Fey y Emy Poehler escuché una conversación muy graciosa, pero tan real, Fey preguntaba a una amiga por qué estaba tan deprimida, ella le respondía contándole lo siguiente: “Ayer mientras caminaba por la calle, me paré frente a un escaparate de una tienda y pude ver a una mujer muy vieja y cansada, me miraba muy triste y no pude dejar de sentir mucha pena por ella, de pronto la saludé y me di cuenta que era mi propio reflejo”. Cuando vi esta escena reí mucho, por la forma en que cuenta esta anécdota la actriz, pero luego me puse a pensar que a muchos nos pasa esto; tenemos una imagen de nosotros mismos en la cabeza que no siempre concuerda con cómo nos ven los demás.

Por eso, cuando faltan sólo unas semanas para la llegada  de la primavera que es sinónimo de juventud, me gustaría reflexionar sobre esto. Todos deseamos ser jóvenes por siempre, yo me veía siempre joven hasta que muchos me empezaron a llamar señora y mi ilusión se rompió a pedazos. Entonces me puse a pensar ¿por qué deseamos seguir siendo jóvenes por tiempo indefinido? ¿Qué tiene la juventud que es tan deseada? ¿En qué se diferencia la juventud de la edad adulta? ¿Podemos prolongar la juventud?

Pienso que deseamos ser jóvenes por siempre porque juventud es sinónimo de belleza y de energía. Los jóvenes tienen todo el tiempo por delante; pueden pensar que lo mejor en sus vidas todavía está por llegar; son más arriesgados en sus decisiones y en su forma de amar, tienen poco que perder si se equivocan; sueñan con un futuro brillante y prometedor, sueñan con cambiar al mundo para hacerlo un mejor lugar para vivir; tienen sueños e ideales; aprenden todo rápido y no tienen miedo de aprender cosas nuevas; no les cuesta trabajar mucho y ven las cosas de forma fresca y nueva; se divierten más; se ilusionan fácilmente no sólo con el amor sino con lo que les gusta hacer; pueden comer sin engordar; creen más en las otras personas; con facilidad se animan a ayudar a los demás.

Toda esta enumeración de características nos hace desear ser jóvenes por siempre, ¿quién no quisiera ser así el resto de su vida? Yo lo deseo, por eso pienso que debemos conservar muchas de estas características en nuestra vida cotidiana, pero combinándolas con la experiencia que obtuvimos con los años y así demostrar que la juventud es un estado mental que puede prolongarse de acuerdo a lo deseado por una persona con actitud positiva.

Por ejemplo, si bien no tenemos tanto tiempo como los jóvenes debemos aprender a usar ese tiempo de forma más efectiva, así seremos más reflexivos y menos impulsivos; estemos conscientes y orgullosos de haber cumplido algunas metas y sueños y si no sigamos luchando por hacerlo tal vez no con el ímpetu juvenil, pero sí con la constancia y perseverancia que nos ayudó a llegar donde estamos; no perdamos nuestros sueños e ideales, todavía podemos conseguir cambiar el mundo, tal vez ahora con nuestro ejemplo y formando hijos que sigan nuestros pasos; no dejemos de aprender, a pesar de que no sea tan fácil y venzamos el miedo de aprender cosas nuevas, esto nos ayudará a mantener más saludable a nuestro cerebro; aunque no podemos trabajar tanto como los jóvenes que lo que hagamos marque la diferencia, volvamos a mirar de forma nueva y fresca todo; sigamos divirtiéndonos, tal vez de formas diferentes, pero no dejemos de reír y sonreír; siendo positivos  viviremos más y mejor; continuemos ilusionándonos con el amor, tal vez no con la pasión de los jóvenes, pero sí con la madurez de un amor más sabio y paciente; sigamos comiendo aunque cuidándonos un poco más no dejemos de darnos gustos que nos hagan felices; no dejemos de creer en los demás, a pesar de las malas experiencias que hayamos tenido, la fe en las personas nos ayudará a vivir mejor en sociedad y finalmente no perdamos la capacidad y corazón para ayudar a los demás, es una de las mejores características que aprendimos cuando fuimos jóvenes.


Estoy segura que si aplicamos la mitad de estos consejos lograremos prolongar nuestra juventud, sin importar los años que pasen, porque la vida es muy corta para lamentar la pérdida de la juventud. Entonces les propongo que podamos vivir el resto del camino aprovechando la experiencia y sabiduría que nos dieron los años que ya vivimos pero con ojos, corazón y mente jóvenes, teniendo la seguridad que lo mejor está por llegar y que la juventud –reitero- es un estado mental en el que cada día podemos elegir y planificar nuestra forma de vivir.

jueves, 24 de agosto de 2017

El amor y la sabiduría de los abuelos



Desde mis primeros recuerdos, mi abuelo, para mí, fue un súper hombre, un mago que tenía en una caja enorme fabricada por él mismo, cosas mágicas como botellones de colores inverosímiles, conos de cartón que para nosotros eran los mejores legos y herramientas de toda índole, todo esto sólo podíamos verlo cuando él cuidadosamente abría su caja para arreglar algo en la casa o fabricar algún artefacto que le pedían sus amigos o conocidos. Sus manos grandes y doradas por el sol me impresionaban porque las creía capaz de hacer todo, desde construir casas para las mascotas hasta cultivar hermosas rosas en el jardín. Admiraba de sobremanera su memoria e inteligencia porque se traducía en historias increíbles que inundaban nuestra imaginación, como la vez que comió serpientes y otros animales exóticos cuando fue a la Guerra del Chaco.

Su cariño enterneció mi infancia, él era el que nos llevaba y recogía de la escuela hasta que fuimos adolescentes, pero como mi prima y yo nos cambiamos a colegios diferentes ya no pudo recogernos, creo que ése fue el momento clave en el que recién fui consciente que mi abuelo había envejecido y yo crecido. Él fue la figura paterna de mi vida, por eso cuando murió y no pude despedirme fue el momento más triste de mi vida y hasta ahora de vez en cuando lo sueño, lo veo cuidándome o contándome sus historias interminables.

Soy feliz porque mis hijos, como yo, disfrutan de sus abuelos; debo admitir que con mi primer hijo me dio celos por el amor que le profesaba mi mamá a mi pequeño, pero luego entendí que los abuelos nos vuelven a amar a través de nuestros hijos y que como no tienen la responsabilidad de educarlos, porque esa es nuestra tarea como padres, ellos pueden amar a sus nietos sin presiones ni preocupaciones, además que tienen el tiempo y la paciencia suficientes para brindarles toda la atención y el cariño que necesitan los niños.

No todos tuvimos la fortuna de convivir con nuestros abuelos, de disfrutar de ése amor tierno que es diferente al de los padres, de escuchar los primeros consejos cuando te quedabas solo o cuando te compraban ése juguete que no te darían tus padres porque les parecería un desperdicio de dinero. Es una pena para los que se perdieron todo esto porque además los abuelos son los que nos transmiten los valores y las tradiciones familiares, por eso cuando nos reuníamos en la casa de mi abuelo él nos contaba cómo se cocinaba antes y qué debería tener una buena sopa hecha en casa. Ahora los abuelos de mis hijos les cuentan cómo fue su padre cuando era niño y mi mamá le prepara sus comidas favoritas a mi hijo mayor.

De la misma manera, los abuelos también se sienten muy contentos de poder convivir y ayudar a sus nietos, por ejemplo leía que según estudios realizados por la Universidad de Boston, tener la posibilidad de contribuir en la vida de sus nietos, mantienen jóvenes y activos a los abuelos, previniendo incluso depresiones. Viendo desde la experiencia es cierto, veo la alegría de mi mamá cuando juega con mi hijo, también veo que mi suegro cuando ayuda a mi hijo a hacer algunas tareas y mi suegra mimando a los dos pequeños son muy felices. Pero esto no quiere decir tampoco que nos pasemos de la delgada línea que divide el apoyo del abuso; es decir que nos aprovechemos de los padres y que les dejemos toda la responsabilidad de criar a nuestros hijos. Ellos son una gran ayuda para algunos momentos pero no podemos aprovecharnos de forma egoísta.

En conclusión, pienso que tener la posibilidad de promover una relación estrecha de los hijos con sus abuelos es tan importante para la vida de los pequeños, como de nuestros padres; gracias a estos vínculos los hijos tendrán una identidad familiar más sólida y sus relaciones sociales en el futuro serán mejores y por su parte los padres se sentirán más útiles y valorados por todo lo que saben y esto contribuye a que los padres ejerzamos nuestra misión de mejor forma.


Por eso no perdamos la oportunidad de tener cerca a los padres, no los alejemos de nuestras familias, dejándolos vivir solos o en asilos, el cariño y la sabiduría de nuestros mayores enriquecen la vida en los hogares y brindarles nuestro cariño y respeto es la mejor manera de agradecerles por todo lo que hicieron por la familia y lo que hacen actualmente por nuestros hijos. Su amor es infinito por lo que tenemos que corresponderles de la misma manera, cobijándolos en nuestro hogar y brindándoles los mejores momentos en el final de su vida.

martes, 22 de agosto de 2017

¿Qué regalar al mejor amigo del hombre?



En esta fecha en la que se celebra al ser que nos ama más que así mismo, San Roque, Día del Perro, es importante reflexionar no sólo sobre lo que aportan estos animales a nuestra vida sino lo que nosotros contribuimos a la suya. Como siempre, lo hago desde mi particular punto de vista, como una ex voluntaria de una sociedad protectora de animales y una convencida de las ventajas de tener mascotas.

Primero, me gustaría hablar sobre lo que nos enseñan o nos entregan las mascotas, pienso que al amarnos sin ninguna condición nos hacen mejores personas, pensemos por un momento, tu perro o tu gato te aman a pesar de que no seas el más guapo o la más hermosa, estés o no arreglada, tengas o no dinero, pero principalmente tu mascota te ama como eres y no quiere cambiarte, aquí deberíamos preguntarnos ¿nosotros amamos así? A nuestros hijos, a nuestra pareja, a nuestros padres.

Otra gran lección que nos dan los peluditos es vivir el ahora, recuerdo una vez que nuestros perros se pelearon ferozmente por un hueso hasta morder a mi esposo que trataba de separarlos, incluso se sacaron sangre entre ellos, los separamos a uno en el patio y el otro en un cuarto, pero a los pocos minutos abrimos la puerta al perrito que estaba en el cuarto, salió al patio moviendo la cola,  y con el otro se olieron y empezaron a jugar como si nada hubiera pasado, más amigos que antes. Ellos no guardan rencor ni rabia, para ellos el momento de ser felices es el ahora y el pasado se borró para siempre. Tampoco están pensando en el futuro, si bien esconden sus huesos que podría parecer que lo hacen para un mañana, lo olvidan por completo y sólo por casualidad lo encuentran alguna vez.

La característica que siempre he admirado de los animales es que nunca se quejan y tiene que ver con que lo viven el ahora, miles de perros viven en la calle y sólo los que trabajamos rescatando perros nos podemos dar una mínima idea de cuántos sufrimientos padecen, pero ellos muy pocas veces se quejan, para ellos cada día es una nueva oportunidad, de encontrar comida, cobijo, una caricia y si tienen mucha suerte alguien que les ofrezca un hogar. Esa es la felicidad para ellos, cosas simples, pero que son las más importantes.

Estas increíbles lecciones de vida son sólo algunas que nos regalan nuestras mascotas, si somos lo suficientemente abiertos de mente y podemos observar lo que hacen durante su vida. Pero ahora nos toca pensar qué es lo que hacemos por ellos, a pesar de que existen muchos dueños que devuelven ése cariño a sus mascotas, existe también una realidad muy lamentable: algunos los hacen pelear con otros perros hasta que un día mueren de esta horrible manera, otros los golpean por diversión, hay quienes los encadenan o matan de hambre o las personas que los explotan para ganar dinero vendiendo sus cachorros, también están los dueños que los abandonan o no son responsables y los hacen reproducirse sin pensar en el futuro de todas esas crías.

Pero estoy segura que podemos ser mejores humanos para ellos y buscar un regalo que no sólo les demos el día en que se los celebra sino toda su vida, que no es muy larga, por ejemplo podemos regalarles ser dueños responsables que se preocupen de su alimentación, su higiene, su salud, su seguridad y su diversión; actuar con ellos con respeto, viéndolos como seres que están a nuestro cuidado y no como mercancías que se pueden comprar y vender; además como dueños procurarles un cariño equilibrado que no quiera convertirlos en otros seres humanos porque no lo son y si lo hacemos les estamos haciendo daño porque les quitamos su identidad.

Finalmente, el regalo más importante que les podemos entregar es pensar no sólo dos veces sino muchas más cuando decidamos tenerlos en nuestras vidas, pensar si tenemos el tiempo y la paciencia suficiente para cuidarlos, el dinero para ocuparnos de sus necesidades y si vivimos con más personas que ellas estén de acuerdo y se hagan responsables conjuntamente y por último regalarles la promesa de que estaremos para ellos toda su vida y los llevaremos donde vayamos porque son parte de nuestra familia y a la familia se la cuida, se la quiere y se la respeta.


¿Por qué son importantes nuestros padres?





La noticia que me impactó como a muchos la semana pasada fue aquella que contaba cómo una hija y su esposo habían retirado del hospital a su madre que estaba desahuciada por los médicos pero que no había fallecido aún. Uno pensaría, como sería lógico, que la llevarían a su casa para que pueda pasar sus últimos minutos de vida junto a sus seres queridos, pero no fue así la trasladaron directamente a una sala de velatorios donde esperaban que muera; como siempre la vida nos trae sorpresas o enseñanzas en realidad, la madre no muere y sufre muchas horas en un lugar no apto para su estado.
Esta triste historia me hizo pensar en una pregunta ¿por qué son importantes los padres en nuestra vida? Tal vez parezca una pregunta con una respuesta muy obvia, pero quiero que me acompañen a reflexionar en ella. Tal vez encontremos algo más de lo que nos imaginamos y podamos entender lo que estas personas hicieron.

En primera instancia los padres son los que nos dan nuestra identidad, es decir el saber de dónde venimos, pero también gracias a ellos se fortalece o no nuestra autoestima; nos enseñan a amar y ser amados, por sus enseñanzas, sabemos qué está mal y bien; en muchas ocasiones heredamos o aprendemos las mejores virtudes y los peores defectos. Gracias a su ejemplo sabremos cómo queremos constituir la propia familia; pero principalmente son los que nos darán la certeza o no de que podremos conseguir todos los sueños que anhelamos.

En muchos casos, lamentablemente también es cierto que nuestros padres son los que nos dejan los mayores temores e inseguridades ya sea por su ausencia, abandono, falta de cariño, abuso, violencia y otros.

No obstante pienso que tampoco  podemos dejarles toda la responsabilidad de la vida futura a ellos, es cierto que nos dan las bases,  pero no son los que tomarán decisiones cuando seamos mayores. Depende de nosotros cómo llevemos adelante el camino que nos tracemos, está en nuestras manos superar todo lo negativo de nuestro pasado; también nos toca la responsabilidad como hijos tratar de entender lo que tuvieron que pasar ellos por nosotros y comprender también que como todo ser humano cometieron errores, que nos afectaron profundamente quizás, pero que el ser padre es una responsabilidad tan grande que no todos estamos preparados.

Pienso que esto es más fácil de entender cuando nos convertimos en padres, y tenemos en nuestras manos la vida, el desarrollo emocional y físico de los hijos, toda decisión que tomemos afectará positiva o negativamente y a veces nos sentimos tan inseguros de lo que hacemos y  no tenemos la menor idea de cómo reaccionar frente a algún acontecimiento o  problema.

Definitivamente no es sencillo ser padre o madre, pero algo que estoy aprendiendo con mis hijos es que no está mal equivocarse, lo importante es admitirlo, disculparse y aprender lo más que pueda de ese error, así tenemos la oportunidad de enseñar a nuestros pequeños que no tenemos que ser perfectos, que no está mal equivocarse, saber perdonar, pedir perdón y aprender de nuestros errores.
Por todo esto, las relaciones entre hijos y padres tampoco son fáciles, mientras vamos creciendo, la imagen que tenemos de nuestros padres se transforma de héroes a personas que no saben nada, o que no entienden ya sobre la vida actual y quieren que vivamos a su manera y ellos por su parte nos ven transformarnos de dóciles niños a rebeldes adolescentes e incontrolables jóvenes. Deseando desde el fondo de su corazón que no cometamos los mismos errores que ellos cometieron, porque en cada una de nuestras caídas ellos sufren el doble y lo más importante es que encontremos felicidad y  estabilidad financiera para que puedan quedarse tranquilos cuando ya no estén junto a nosotros.


Por todo lo expuesto aquí, a pesar de cualquier problema o crisis que tengamos con nuestros padres, no podemos dejar de respetarlos, de agradecerles por la vida que nos dieron, incluso por sus errores porque sin ellos no seríamos las personas que somos. Es nuestra responsabilidad como hijos, como seres humanos cuidarlos, propiciarles una vida tranquila, segura y llena de cariño en sus últimos años y no dejarles abandonados en hospicios sin visitarles, o esperar su muerte para estar más tranquilos, porque cuando nos falte nuestra madre o nuestro padre no tendremos a nadie más que nos ame tan desinteresadamente, porque como vimos, ni nuestros hijos pueden hacerlo.

El pensamiento positivo cura



Hace dos semanas todo en mi vida parecía tranquilo y sin problemas, pero el destino me deparaba algo muy diferente, de pronto un dolor que no parecía tener importancia me llevó al hospital y terminó con una operación de emergencia por apendicitis. Todo pasó tan rápido que ni pude despedirme de mis hijos ni prepararme para lo que iba a pasar, de pronto estaba durmiendo en una cama junto a otras mujeres que tenían padecimientos parecidos y en algunos casos peores. Las primeras noches fueron muy tortuosas no por un dolor propio sino el de mi compañera de la cama a mi mano derecha, una señora no muy mayor que tenía tantos padecimientos que el dolor le quitaba el sueño y sólo lograba pedir a Dios y a su madre que la ayudaran.

Mi operación no fue la más sencilla, pero fue exitosa y por eso debo agradecer a los doctores que me atendieron con toda profesionalidad, pero también con humanidad porque cuando una está asustada y vulnerable lo que más necesita además de ser atendido por profesionales que conocen perfectamente su ciencia es ser cuidada por ellas, pero con ojos de humanidad y empatía.

Por todo esto a pesar de ser una experiencia poco agradable el cuidado cariñoso, informado y profesional fueron los que me ayudaron a mí y a mis cuatro compañeras a mejorar día tras día; es verdad que no todos fueron así porque todavía sensiblemente existen trabajadoras de la salud que olvidan que los pacientes además de estar pasando por dolor físico tienen miedo e incertidumbre que los hacen más vulnerables, para ellas espero que se contagien de sus compañeras que entregan su corazón en cada paciente haciendo por ellos más de lo que sus responsabilidades lo describen.

Pero para una pronta recuperación no sólo influye este aspecto sino el apoyo de las personas con las que convives todo el tiempo que te encuentras en el hospital y por suerte yo tuve compañeras con las que sintonizamos de inmediato a pesar de ser todas diferentes, lo importante fue que teníamos en común nuestros miedos, pero también nuestro deseo de mejorarnos, de volver a nuestros hogares y continuar nuestra vida de la mejor manera.

Los cinco días de mi estadía tuvieron altas y bajas, trataba de mantener un pensamiento positivo por mí misma pero también para compartirlo con mis compañeras y estoy segura que ellas mismas tenían el mismo desafío cada día, sin embargo no era fácil cuando el dolor nos ganaba, o algún otro problema derivado del dolor y el miedo nos arruinaba la jornada y sólo la tristeza parecía quedarse en nuestras mentes y corazones.

No obstante si veíamos que alguna perdía la esperanza, todas nos poníamos a animarla, buscando excusas positivas e incluso gritando que sí se podía, por ejemplo cuando teníamos que lograr el reto de pararnos de la cama solas, sin ayuda, después de la operación, o simplemente acompañando con cariño hasta que le pase el dolor a alguna; tal vez alertar a los médicos y enfermeras si una se ponía mal o simplemente consolar con abrazos a la que lloraba impotente sin saber con certeza lo que le provocaba el dolor.

Cuando una está alejada de sus seres queridos, se hace muy gratificante encontrar personas que higan de una experiencia traumática  algo más llevadero, y poder construir así relaciones de amistad que tal vez no comenzaron en los mejores momentos, pero que serán más sólidas porque pasaron la prueba de fuego de la amistad labrada en los peores momentos.

Después de todo, sólo espero que todos los profesionales en salud sean como los que me atendieron, llenos de pasión y vocación por su labor para que continúen atendiendo a los que más los necesitan y que las personas que tengan que pasar por alguna de estas experiencias tengan presente que el pensamiento positivo, es igual de importante que las medicinas que nos recetan, porque sólo así podremos lograr una recuperación completa y también podremos contagiar a los que estén alrededor nuestro.


Por supuesto que no es fácil y menos en situaciones así, pero nuestro cerebro es poderoso y nosotros debemos saber controlarlo a través del amor, la fe y el deseo de continuar nuestra vida sanos y junto a los que más queremos.

El poder de una sonrisa



Esta semana además de esta columna debía escribir un cuento que tiene como tema principal la sonrisa para lo que se me ocurrió imaginar a una mujer que vende sonrisas porque se da cuenta que ya nadie sonríe; entonces me puse a reflexionar sobre la sonrisa, primero averigüé que es innata en los seres humanos ya que hasta los bebés en el vientre sonríen, aun los que son invidentes de nacimiento cuando escuchan la voz de sus padres, entonces caí en cuenta que estamos hechos para sonreír.

Sin embargo, algo que me preocupó fue cuánto sonreímos en nuestro día a día; investigando algunos estudios que hicieron universidades como Harward, encontré que, por ejemplo los niños sonríen un promedio de 400 veces al día y apenas 3 de  cada 10 adultos sonríe 20 veces al día. Es sorprendente ¿verdad?

Por eso, les propongo pensar en su día hasta el momento que lean estas líneas, ¿cuántas veces han sonreído? ¿Cuáles fueron las razones por las que lo hicieron? ¿Cómo se sintieron al hacerlo y después? Tal vez ya lo sabían pero me gustaría recordárselos, sonreír tiene muchas ventajas no sólo en lo emocional, sino también en lo fisiológico y social. 

Por ejemplo, cuando sonreímos el cerebro libera endorfinas, el efecto es sentirnos felices, normalmente cuando algo nos agrada o nos hace felices el cerebro manda mensajes para que nosotros sonriamos, sin embargo podemos influenciar o engañar a nuestro cerebro si sonreímos aunque no estemos felices, el cerebro lo interpretará igual que cuando somos felices y liberará endorfina que nos hará sentir bien. Lo que quiere decir que aunque no estemos felices podemos propiciarlo si sonreímos y en contraposición si no sonreímos podemos ser más propensos a deprimirnos.

Naturalmente, la consecuencia lógica de sonreír más, es que poco a poco nos transformamos en personas más positivas y por ende transmitimos esta energía a las personas que tenemos cerca. Estudios hechos también en Harward demuestran que las personas que sonríen más son consideradas más confiables, amables y cercanas, pero también el sonreír provoca que las personas confíen más en los demás; otra consecuencia gratificante es que provocamos en el otro también una sonrisa y consecuentemente un cambio positivo en su estado emocional.

Socialmente, también una sonrisa consigue que nos veamos más atractivos y que nuestras posibles parejas sientan más confianza en conversar con nosotros, además de tener la libertad de contarnos cosas más personales.

Cuando sonreímos, además de las endorfinas se libera la serotonina y otros calmantes naturales que ayudan a aliviar dolores y malestares que podamos tener como el estrés, entonces una sonrisa se convierte en el mejor analgésico natural que está a nuestro alcance, será por eso que han cobrado importancia prácticas como la risoterapia. Esto se debe a que según estudios científicos sonreír causa el mismo efecto que comer 12.000 barras de chocolate o ganar mucho dinero.  De la misma forma ver que alguien nos sonría genuinamente también tiene efectos positivos en nosotros, más si es un bebé, alguien que nos parezca atractivo o personas cercanas como amigos y familiares a los que apreciamos.

Por todas estas ventajas les propongo que todos los días busquemos sonreír más, tal vez al principio no sea fácil, pero aquí les doy algunos consejos para poder conseguirlo poco a poco, tratemos de estar más conscientes de cada cuánto sonreímos, tratemos de hacerlo en la calle mientras caminamos o vamos en un vehículo pensando en recuerdos agradables que tengamos o en alguna ilusión o sueño encantador, pensemos en las personas que amamos, ya sean nuestros hijos, parejas, padres, hermanos, amigos; también nos puede ayudar a sonreír más ver películas o series cómicas o lo que nos cause gracia; ahora gracias a las redes sociales tenemos a nuestro alcance videos cortos graciosos, por ejemplo, yo prefiero los videos de animales en general y de gatos en particular; busquemos momentos agradables con seres queridos para convertirlos en hermosos recuerdos que luego nos ayuden a sonreír al recordarlos.

En conclusión busquemos cualquier excusa para sonreír, si estamos felices, pero también cuando estemos tristes porque nos ayudará a ya no estarlo, sonriamos a todos nuestros seres queridos, pero también a los extraños podemos estar ayudando a que se sientan mejor sin saberlo, dejemos a la sonrisa transformar positivamente nuestra vida, transformar nuestros pensamientos para poder transmitirlos a los demás, porque el mejor regalo que podemos dar a cualquiera es una dulce y genuina sonrisa.


  

El perdón es más poderoso que la venganza



Varias circunstancias me hicieron pensar en el tema que en esta semana quisiera reflexionar junto a ustedes, todos nos llenamos la boca en búsqueda de justicia cuando escuchamos en las noticias hechos como el feminicidio o el infanticidio porque parece mucho más fácil saber cuál es castigo justo para los victimarios.

Pero qué pasa en nuestra vida cotidiana cuando sufrimos de parte de alguien, incluso de seres queridos una serie de ofensas, abusos, humillaciones e injusticias que nos causan dolor; y que como consecuencia estas acciones nos llenan de rabia, resentimiento y hasta odio. Pues en muchos casos de estos sentimientos negativos nace el deseo de venganza, un deseo visceral con el que creemos que podremos encontrar tranquilidad o de alguna manera resarcir el dolor que nos causaron.  En los casos que nos tocan tan de cerca parece que la ley del Talión “ojo por ojo diente por diente” sería el único código que pudiera sanar nuestras heridas, sólo viendo sufrir al causante de la misma forma que lo hicimos nos sentiremos mejor. Vemos todo esto cumplirse en películas, telenovelas y libros, ¿pero esto es real? ¿Será la venganza la mejor manera de solucionar nuestros conflictos con otras personas?

Por experiencia propia puedo decir que no; que la venganza sólo te hostiga a acumular sentimientos negativos como el rencor y el resentimiento y esto a su vez te trae más consecuencias negativas como vivir en el pasado repitiendo y repitiendo la ofensa, el abuso, la humillación o la injusticia, lo que no te deja comenzar de nuevo, mantiene abierta una herida que si no sana no podrás seguir con tu vida y hasta puede convertirse en una obsesión.

Es así que la venganza saca lo peor de uno mismo, nos deja mascullando el dolor una y otra vez, es así que nos encierra en un círculo vicioso de odio que si no superamos no sólo nos dañará a nosotros mismos sino a los seres queridos, porque si bien el amor y la felicidad se transmiten a todos los que nos rodean como una luz, los sentimientos negativos también cundirán a los círculos más cercanos como un manto de obscuridad.

Entonces aquí deberíamos plantearnos si vale la pena todo esto para vengarnos, para hacer pagar por nuestro dolor, ¿nos hará sentir mejor herir premeditadamente a alguien aunque éste nos hubiera herido antes? ¿Sanará nuestra herida convirtiéndonos en los seres que odiamos por las cosas que nos hicieron? La verdad es que a pesar de haber recurrido a la venganza nada mejora, yo lo experimenté personalmente cuando quise vengarme de un ex novio y cuando lo hice no me sentí mejor, sólo me sentí más culpable y una persona horrible. Pienso que desde ese momento entendí que la venganza no es la salida y que sólo el perdón puede liberarte y puede sanar tus heridas.

Muchos pensarán que perdonar es sinónimo de debilidad, pero el perdón es la acción más valiente que puedas experimentar porque para hacerlo debes arriesgar nuevamente tu corazón, porque no tenemos que confundir el verdadero perdón con el que damos de boca sin hacerlo de corazón por eso muchos dicen: “ perdonar es divino y errar es humano” cuando como seres humanos tenemos la capacidad de perdonar como un acto de amor, es por eso que no es fácil y que no se puede hacer inmediatamente, el perdón es un proceso en el que cada uno debe pasar etapas de rabia, rencor, dolor y superación y recién en esta última nos damos cuenta que el odio o el deseo de venganza no aportan nada positivo en nuestra vida y que en cambio el perdón sí lo hará porque tiene un poder curativo que descubriremos al practicarlo.


Tal vez podemos comenzar cuando en ocasiones, en casa, con nuestra pareja existen desacuerdos o sentimos que nos ha ofendido o dañado de alguna manera; la única manera de continuar con el matrimonio es saber perdonar y pedir perdón todos los días. Así también enseñaremos a nuestros hijos este poder curativo del perdón, si ellos viven esta práctica en nuestros hogares podrán replicarlo en los suyos cuando sean mayores y así serán mejores personas. 

¿Por qué es mejor motivar una competitividad sana?





Un tema de interés en una reunión de madres de familia al que asistí, fue el académico; cada una fue planteando su preocupación por mejorar la educación de sus niños y niñas, una de ellas comentó que conocía una profesora de nivelación en lenguaje y otra sobre un curso para mejorar en inglés y matemáticas. Aquí nació el tema de la importancia de contar con toda la ayuda posible para hacer que nuestros pequeños se conviertan en alumnos competitivos. Ante este planteamiento discrepé entre todas porque realmente pienso que todavía son muy pequeños para tomar bajo su responsabilidad tal hazaña. Todas se asombraron cuando les dije esto, pues replicaron que en esta época tan competitiva nuestros hijos deben estar muy bien preparados.

La conversación se diluyó, no recuerdo bien por qué, pero se me quedó la inquietud de sus palabras; es una realidad que vivimos en una época en la que los requerimientos para becas, puestos de trabajo y otros son más exigentes con el paso del tiempo, por ejemplo saber hablar sólo inglés ya no es suficiente, sino es necesario dominar varios idiomas, tener conocimientos sobre las nuevas tecnologías además de los conocimientos específicos de una profesión, y otros conocimientos más. También es cierto que si uno aprende en una edad más temprana se le hace más fácil asimilar todo. No obstante no me parece que esto sea una excusa, primero para llenar de actividades extracurriculares el tiempo libre de nuestros niños y segundo incitar la aplicación de la cara negativa de la competitividad en ellos.

Digo esto porque no es extraño encontrar este tipo de competitividad, la vemos todos los días en las oficinas, en las escuelas, en las universidades y en otros ámbitos, donde no importa cómo se gane, cómo se logre ser el mejor, cómo se llegue a la cima; lo importante es hacerlo y si para ello pasamos por encima de otros, lastimando y humillando está bien. Lo que preocupa puede ser que parece que las personas que hacen esto son las que tienen más éxito, tienen los mejores cargos, las mejores casas, pero deberíamos preguntarnos ¿serán los que se sienten más satisfechos? y yendo más allá ¿serán verdaderamente felices? Apostaría que no, que más bien su ambición va creciendo y nunca encuentran satisfacción con lo que logran y siempre quieren más y harán lo que sea por conseguirlo.

Aquí es donde debemos plantearnos como padres: realmente ¿queremos esto para nuestros hijos, que estén llenos de actividades y estudios sin tener tiempo para jugar, para ser niños? ¿Queremos que por desear ser los mejores de su clase, los más preparados, tener las notas más altas no les importe qué deban hacer y por encima de quién pasar? Y más aún ¿que por querer cumplir expectativas poco realistas, que normalmente son más nuestras como padres, se frustren y se depriman sintiéndose unos fracasados y peor todavía sintiendo que nos decepcionaron?

Qué importante es entonces estar conscientes que cada niño tiene un ritmo en el aprendizaje teórico como práctico, es decir en materias como lenguaje, matemáticas, inglés,  o como en educación física y música; cada uno también tiene habilidades para unas materias más que para otras y finalmente que las notas tanto de primaria como de secundaria no determinan el futuro académico de nuestros pequeños, es decir que ser el mejor de su clase en el colegio no garantiza que será el mejor profesional.

Algo más importante que estarnos comparando con los demás es saber que somos capaces de lograr todo lo que nos propongamos trabajando duro, que cualquier sueño se puede hacer realidad si realmente luchamos por alcanzarlo y que el camino para conseguirlo en compañía es mucho mejor, teniendo el apoyo y el cariño de los seres queridos y  saber también que ayudando a los demás a cumplir sus propios sueños no nos retrasará sino que nos llenará de más energía para conseguir los nuestros.


Por eso creo que, como padres, debemos más bien motivar en nosotros mismos y más en los niños una competitividad sana de superación personal y no en comparación con los demás; es decir la búsqueda en ser hoy mejor que lo que fui ayer; una competitividad que no deje de lado el trabajo en equipo, la cooperación y la solidaridad y que promueva además el disfrute de aprender exigiéndonos sí, pero sin presiones desmedidas porque lo importante es aceptarnos como somos y aceptar a los demás de la misma forma, buscando siempre ser la mejor persona en la que podemos convertirnos.

El Abandono deshumanizador



Esta semana la noticia de un bebé encontrado en una bolsa negra, entre la basura que recogen los trabajadores de la Empresa Municipal de Aseo me consternó y más al saber que el pequeño había fallecido a causa de un golpe; es cierto que no es el primero ni será el último niño abandonado por sus padres, sin embargo lo duro de las circunstancias en las que fue echado como basura me tocó el corazón, seguramente también porque yo soy madre de un bebé de meses. El abandono de recién nacidos es una noticia que se repite a lo largo de todo el año, pero sólo aquellos que son dejados en las vías públicas son visibilizados por los medios y no así los que son abandonados en hospitales o en casas cuna, estos niños y niñas son los que sólo engrosan las estadísticas de las instancias públicas que se encargan de estos temas.

Entonces me puse a reflexionar sobre el abandono, especialmente el de un recién nacido y después de leer varios artículos al respecto llegué a la conclusión de que este abandono es un acto deshumanizante tanto para el progenitor como para el bebé. Primero la que abandona probablemente fue abandonada, tal vez no en las mismas circunstancias pero sí por su pareja o por su familia y amigos quienes la dejaron sola y sin protección ni contención, especialmente emocional como afectiva durante su embarazo y en el momento de dar a luz a un nuevo ser, lo que la llevó a tomar esta decisión extrema. Es así, que en estas circunstancias, arrancar del  seno materno a un ser que  sentimos crecer durante meses en nuestro interior nos deshumaniza y lo digo sin la más pequeña intención de juzgar a quienes lo hicieran pues cada persona lleva en su corazón sus heridas, sus cruces y por tanto las razones de sus actos y nadie más que ellas las entenderían.

Por eso quiero concentrarme en la forma en la que se deshumaniza el bebé. Como dije antes después de leer la noticia - por demás trágica - me puse a pensar en el futuro de este pequeñito si no hubiera muerto, futuro como el de muchos abandonados que se encuentran en casas cuna, en hospitales y otros centros.

Primero ingenua o ignorantemente me imaginé que el acto de abandono, no podría afectar psicológicamente a un recién nacido porque creí que no lo recordaría, pero en mi búsqueda de respuestas científicas sobre el tema y contrastando con lo que viví y vivo todos los días con mi hijo de cinco meses me di cuenta que no es así, que la seguridad es una necesidad básica para ellos pues la voz y el latido de corazón que escucharon durante el tiempo en el que estuvieron en el seno de su madre es el mismo que buscan al nacer y si no lo encuentran se sienten desamparados.

Debemos estar todos consientes que para un bebé la madre es la primera fuente de bienestar cuando cubre sus necesidades básicas y de sufrimiento cuando le falta, por tanto al ser abandonado se rompe el primer vínculo humanizador que tiene el recién nacido, así los bebés abandonados sufren una muerte espiritual y mutiladora porque no diferencian su cuerpo con el de la madre y esto los condena a una futura soledad psíquica y a múltiples problemas en su desarrollo normal en la etapa de la niñez llegando a ser los más preocupantes el aislamiento, la depresión, la baja autoestima y hasta el autismo.

Este hecho fue confirmado ya a finales de la Segunda Guerra Mundial, por médicos alemanes que descubrieron que los bebés huérfanos presentaban un alto índice de mortalidad a pesar de los cuidados y alimentación que se les proporcionaban, mismo que se redujo cuando todo el personal que los cuidaba fue exhortado a pasar un tiempo llevando a los bebés en brazos, brindándoles ese contacto y calor humano que necesitaban.  


La conclusión a la que llego después de esta reflexión que consternó mi corazón es que no hay ni habrá nada que reemplace el amor de una madre para un niño y por tanto la contención y la vida familiar es imprescindible para formar seres humanos felices y seguros de sí mismos. Debemos, como sociedad pensar más en los niños no sólo cuando leamos o nos enteremos de estas alarmantes noticias, para lo cual la prevención remota debe empezar con nuestros hijos porque si ellos se sienten seguros y amados en sus hogares, viven la experiencia de una familia feliz que se apoya en todo momento será menos probable que tomen la decisión de abandonar a un hijo.

Tradiciones Vs. Bien Común



Conversando con mi sobrino que es un entusiasta de las fogatas en San Juan discutíamos sobre los niveles de contaminación, pues él me aseguraba que los automóviles, especialmente los micros con escapes enormes contaminaban más que una fogata hecha de maderas, esto puede ser cierto; sin embargo pienso que si bien una fogata no contamina tanto, la suma de miles de fogatas  lo hacen, sin contar que no todos sólo quemarán madera sino lo que encuentren en casa. Le ponía como ejemplo la gota en el mar, parece que sin ella o con ella el mar no cambiaría, pero con un millón de ellas sí, por esta razón si todos somos conscientes de que nuestros actos afectan a nuestro entorno y en este caso específico al medio ambiente podremos tomar una decisión responsable por cuanto la tradición no puede pesar más que el bien común de nosotros y de los que vivirán en el futuro.

Por tanto, si bien las tradiciones que tenemos en Bolivia y en toda Latinoamérica, sobre todo las que se remontan a años y años de práctica, son uno de los pilares para la formación de la identidad de los pueblos y sus culturas; las personas que somos parte de estas comunidades debemos plantearnos la pertinencia de cada costumbre, pues el contexto histórico y social y en el caso de San Juan el contexto medio ambiental no son los mismos que en el pasado por lo que se hace imprescindible tomar consciencia de cómo seguimos afectando nuestro hábitat y si vale la pena que por costumbre sigamos contaminando.

Muchos, como mi sobrino me dirán que no es comparable la contaminación que realizan diariamente las movilidades, pero también es cierto que la noche más contaminada en el año es la de San Juan; por ejemplo el año pasado los datos que presentaron las autoridades municipales del área aseguraron que la contaminación se incrementó en un 376%, la cifra es alarmante y nos debería preocupar de sobre manera, porque se sobrepasó por mucho los límites permitidos de contaminación; las autoridades también informaron que no sólo se trataron de fogatas en calles y domicilios sino también la quema de pastizales, incluso se produjo un incendio. Estos datos son suficientes para determinar que las fogatas tradicionales de estas fechas sí afectan al medio ambiente y por consiguiente a nosotros que somos los que respiramos este aire contaminado durante la noche y al día siguiente.

Entonces mi planteamiento es que todos y cada uno se ponga a pensar en las costumbres y tradiciones que practica, no sólo en estas fechas sino durante todo el año y tampoco limitarse a las tradiciones sociales sino también a las familiares y hasta las individuales, es decir a toda actividad que realizamos rutinariamente y por hábito también; pero lo más importante aún hacernos la pregunta: ¿cada una de estas costumbres aportan, enriquecen y/o mejoran algún aspecto de nuestra vida? ¿Cuánto cambiaría nuestra vida si no practicaríamos estas tradiciones? Espero que las respuestas que encontremos sean la mayoría positivas pero estoy segura que también habrá algunas negativas, personalmente  una costumbre negativa es no llevar bolsas reutilizables cuando vamos de compras y una tradición que también me parece negativa es comprar cada año un vestido nuevo para el niño Jesús en Navidad porque luego tengo como 50 vestidos con los que no sé qué hacer. Por consiguiente, es una realidad que las costumbres también son herencia familiar y por lo mismo es importante que estas sean positivas y favorezcan la convivencia en comunidad.


En conclusión, la reflexión a la que debemos llegar es que debemos estar conscientes que todo lo que hacemos como seres humanos afecta nuestro entorno y como los seres inteligentes y pensantes es nuestra responsabilidad tomar las mejores decisiones no sólo para nosotros sino para el bien de todos, sólo así conseguiremos que el paso por esta vida sea la más positivo posible y que como legado dejemos tradiciones que no afecten negativamente a los demás y al contrario  enriquezcan y aporten a mejorar nuestra ciudad, nuestro país y por tanto todo el planeta.

¿Hacemos buen uso de las nuevas tecnologías?





Esta semana me puse a pensar cuánto tiempo dedicamos al uso de las nuevas tecnologías; entonces estuve consciente de ello; en la mañana después de dejar en la escuela a mi hijo mayor navego en el celular mientras voy en micro; cuando llego a casa, si mi bebé está tranquilo, también leo algunos artículos que me interesan y claro chateo con mi esposo, estoy conectada casi todo el día, pero voy revisando novedades cuando tengo algo de tiempo, que no es mucho con mi pequeño. Sin embargo, también es cierto que usamos Internet cuando mi hijo hace sus tareas, nos sirve para buscar dibujos o algo que le interese; en el almuerzo prohibimos el uso de celulares porque nos dimos cuenta que ya no conversábamos como antes teniendo en la mesa estos aparatos.

Si nos ponemos a ver a las personas en la calle, una gran mayoría, se han acostumbrado a revisar el celular en casi todo momento por eso todos caminan con celular en la mano, si esperamos a alguien o mientras caminamos. Lamentablemente esto no es diferente dentro de nuestros hogares ya sea por trabajo o por simple curiosidad, nos estamos volviendo esclavos de la tecnología.

Por todas estas razones les propongo, reflexionar sobre el uso de la tecnología en los hogares y cómo afecta a nuestra interrelación con nuestros familiares. Lo que me di cuenta es que el uso del celular en particular, cada vez va consumiendo más el preciado  tiempo que tenemos, ahora no son sólo los adolescentes los que se quedan viendo el celular o la computadora horas y horas. Es cierto que su uso muchas veces se debe a temas profesionales, pero este fenómeno también hace que llevemos más trabajo a casa y así esto se vuelve una excusa para convertirse en una prioridad por encima de pasar tiempo de calidad en familia.

Por eso, es tiempo de dar el ejemplo a nuestros hijos o a los más jóvenes de la casa y empezar a dar prioridad a lo que realmente es importante, es decir, a cultivar y mejorar los vínculos afectivos con los seres queridos y empezar a practicar más el diálogo cara a cara, entonces, en vez de publicar en las redes sociales cuánto amamos a nuestros padres, hermanos o hijos, digámosles te amo ahora mismo, abrazándoles y compartiendo el tiempo con ellos, así les demostraremos cuán importantes son en la vida y será mucho más satisfactorio que recibir un “me gustas” de otras personas.

No obstante todo esto, no me gustaría satanizar a las nuevas tecnologías porque su desarrollo trajo consigo muchas ventajas, como el acceso a una mayor cantidad de información a bajo costo, por ejemplo para nosotros los padres que a veces nos sentimos confundidos sobre algunos temas de crianza, alimentación y otros podemos encontrar respuestas e ideas en la web. También se constituyen en una herramienta muy útil para la escuela, la universidad y el trabajo y ni qué decir para el entretenimiento y el relacionamiento con familiares y amistades que se encuentran lejos; además que en un futuro más cercano de lo que creemos si no sabemos usar éstas nos aislaremos del resto del mundo y podremos pasar por los nuevos analfabetas tecnológicos. Pero no por esto debemos dejar que su uso indiscriminado nos aísle de las personas que queremos, de las que están física y emocionalmente junto a nosotros. Para esto dentro de casa será importante plantearnos límites de uso, un consejo interesante que leí fue tener contenedores de celulares, donde todos los de la familia dejen allí su aparato a la hora de comer o en un momento familiar.

Entonces debemos aprender y enseñar que el buen uso de las nuevas tecnologías no tienen que interferir en las relaciones familiares y amistosas, por lo que debemos priorizar pasar más tiempo en familia, conversando, paseando, viendo una película, haciendo deporte, jugando algo juntos, en vez de publicar cuánto nos divertimos y amamos en nuestra familia. Tratemos de salir con amigos a pasear, comer y divertirnos sin tener la necesidad de publicarlo, volvamos a disfrutar de la vida y de las cosas simples como una tarde de sol en un parque, de jugar con las mascotas, leer un buen libro y muchas otras más que nos hacen humanos y las que en realidad nos ayudan a ser verdaderamente felices.


sábado, 12 de agosto de 2017

¿Cómo es un maestro inolvidable?



El Día del Maestro Boliviano nuevamente me inspira para reflexionar sobre este personaje tan importante en la vida de cada ser humano, en un artículo anterior proponía repasar la importancia de que los maestros tengan una remuneración acorde a su responsabilidad y la necesidad de su formación y vocación comprometida. Ahora les propongo ir más allá, recordar a los maestros que marcaron huella, que además de enseñarnos su materia nos convirtieron en las personas que somos ahora, es decir tratar de escudriñar o tal vez siendo más precisa describir las cualidades de los  mejores profesores que pasaron por nuestra vida o por la de nuestros hijos.

Quisiera empezar planteando algo que me parece fundamental y es que uno de los objetivos más importantes en la formación de los pequeños, en las aulas, debería ser la educación en valores porque si bien lo académico es lo primero, debe equilibrarse con la ética pues como decía mi querido docente Gonzalo Gantier somos seres sentí pensantes. Si bien es cierto que el primer lugar donde deben enseñarse los valores es el hogar y los padres somos los responsables, también es una realidad que los maestros son igual de importantes en la vida de sus estudiantes, pues pasan con ellos mucho tiempo y comparten muchas experiencias; incluso como leí en algún lugar, puede pasar que sus aulas sean el único lugar seguro y agradable que tengan los pequeños, por lo que la responsabilidad del educador aumenta considerablemente.

Por todas estas razones quiero que nos planteemos las cualidades más importantes para que un maestro haga la diferencia en la vida de sus alumnos y deje la mejor experiencia en los años de escuela y colegio, pero lo más importante, tal vez, que de esta forma contribuya a la formación de buenas personas y mejores ciudadanos.

Entonces estas cualidades, no sólo en lo académico sino en valores, las resumiría de la siguiente manera:
-          Ser un especialista; es decir que conocer la materia que imparte a profundidad, ser un experto en ella para poder compartir sus conocimientos con sus alumnos, pero además contar con una metodología sólida, pero que pueda adaptarse a la realidad de cualquier estudiante.
-          Ser motivador; lo que significa que cualquiera sea la materia que dicte tiene que tener la capacidad suficiente de motivar a cada uno de sus alumnos, primero a interesarse y luego buscar ser los mejores en la materia, no necesariamente en una competencia sino más bien que no se conforme con que algunos alumnos sean buenos en su aula sino que motive a todos porque todos pueden ser mejores.
-         Ser amables y agradables; estas cualidades me parecen fundamentales porque si los maestros no se ganan el aprecio y más aún el cariño de sus estudiantes será muy difícil llegar a ellos con cualquier conocimiento, además que estas cualidades servirán para que los niños y jóvenes tengan confianza de preguntar y compartir sus preocupaciones con su profesor. Siendo cariñosos y atentos a lo que les pasa a sus estudiantes los maestros realmente pueden cambiar vidas.
-          Ser apasionados por lo que hacen; como en cualquier profesión si les gusta su labor diaria se interesarán en formarse más y mejor no sólo en cursos sino a través de la lectura y la investigación y por supuesto estarán comprometidos en que todos sus alumnos alcancen el éxito en su materia invirtiendo incluso más tiempo de lo que su contrato exija.
-          Ser creativos; no sólo en las formas de llegar a sus alumnos, tomando en cuenta que los grupos en las aulas son heterogéneos y existen alumnos que tienen formas diferentes para aprender, el maestro también debe ser creativo en las herramientas que use, haciendo que el alumno llegue a cada clase con mayores expectativas de aprender.
-          Ser paciente y justo, es importante que a pesar de ser amable el maestro imponga disciplina en su clase es decir que se gane el respeto de sus estudiantes y para esto le servirá mucho la paciencia, porque si uno como madre a veces pierde la calma con un par de niños, un profesor trabajando con más de 20 niños, adolescentes o jóvenes tendrá que armarse de una paciencia mayor para llegar positivamente a su audiencia.

Seguramente, podrían incluirse muchas más cualidades a esta pequeña lista para describir a los buenos maestros, a los que marcan un hito en tu vida y los que con su ejemplo educan en valores y en conocimiento buscando un equilibrio en ambos. Espero que estas líneas sirvan no sólo para exigir estas cualidades en los maestros en general y los de nuestros hijos ,sino también para agradecer  a aquellos maestros que fueron de esta forma con nosotros y lo son y serán con nuestros hijos; porque son esos profesores a los que recordaremos cuando sus enseñanzas nos sirvan en la vida diaria y podamos contar a hijos y nietos que gracias a ellos pudimos convertirnos en mejores seres humanos y a su vez compartir con los que nos siguen en el camino de la vida.


Ver el mundo con ojos de mamá



En un artículo anterior describí lo difícil que puede convertirse la labor de ser madre, ahora complementando la visión de la maternidad quiero compartir con ustedes lo maravilloso de este oficio, porque como dicen no todo es color rosa, pero tampoco todo es negativo. A pesar de que como madres podemos vivir momentos difíciles; existen otros, maravillosos, llenos de amor y alegría, las satisfacciones también son parte de nuestro día a día, como cuando consigues sintonizar con tu hijo para realizar sus tareas y vamos aprendiendo juntos, especialmente tú vas desarrollando tu  paciencia y aprendes que cada niño tiene su forma y tiempo de aprender, o cuando te dicen que te aman de la luna al sistema solar 390.543 vueltas y se vuelve tu caballero protector, o como cuando tu pequeño se ríe de la mueca que le hiciste y la disfruta más que cualquier cosa, o que cuando llora sólo te busca a ti para calmarse o que sólo duerme tranquilo y feliz entre tus brazos. Todas estas experiencias son las que te regala la maternidad y hacen que tu vida nunca vuelva a ser como antes.

Por todo esto y más la maternidad es una experiencia única y que cambia definitivamente tu vida, cuantas veces vuelvas a ser madre. Personalmente mis dos experiencias han sido procesos en los que he aprendido tal vez más que en toda mi vida anterior. Lo más importante que aprendí en las dos ocasiones que fui madre son las diferentes formas en las que puede expresar y vivir el amor un ser humano. Las formas más hermosas que vivimos a diario las mamis son el desprendimiento absoluto por otro ser fuera de nosotros, pudiendo entregar la vida si fuera necesario; también la preocupación y la necesidad que tenemos todas de enseñar a amar así a nuestros hijos, no solo a nosotras y a su familia sino a todos a su alrededor.

Ser madre dos veces también me enseñó o tal vez debería decir que me confirmó que las mujeres podemos ser más fuertes de lo que nosotras mismas nos imaginamos y esto no es sólo una creencia, leí artículos donde la ciencia explica cómo existen hormonas que regulan los vínculos afectivos, cuyo efecto más sorprendente es el gran desarrollo del área de protección y de eficiencia y ahí se me vienen a la mente muchas historias en las que madres murieron salvando a sus hijos. Este valor también es muy importante en los momentos de crisis, que debo decir son muchos,  aquellos en los que sentimos no poder más, pero volvemos a pesar de todo porque nuestra vida ya no tendría sentido sin nuestros pequeños.

En lo práctico, también aprendí  a ser más efectiva y productiva. Una madre ya sea que trabaje o se quede en casa tiene millares de cosas que hacer y que están bajo su responsabilidad, lo logra a través del aprendizaje de cada día y de la necesidad diaria, priorizando lo urgente sin olvidar lo importante como toda una directora de una transnacional. Por eso es que como madres tenemos la capacidad de cuidar al hijo pequeño mientras acompañamos a hacer las tareas al mayor y en medio tenemos que cocinar o limpiar o tal vez hacer otro trabajo para clientes fuera de casa.

Algo hermoso que aprendí al ser mamá y que ahora nuevamente siento con intensidad es a ser más empática con los demás, pienso que ser madre te da mayor sensibilidad no sólo con otros niños, que a mí me pasa a menudo, pues puedo ver los ojos de mis hijos en cada uno de los pequeños con los que me encuentro, sintiendo una gran ternura por ellos; así pienso que la maternidad nos regala una bondad que antes no experimentábamos por diversas razones, quizás especialmente porque antes éramos más egoístas y es a través de esta bondad por la que podemos entender a los demás de una forma más profunda y espiritual no sólo a través de las palabras sino especialmente por lo que no se dice  porque es así cómo entendemos a nuestros bebés cuando ellos no pueden hablar.


En conclusión la experiencia de ser madre, al enseñarnos valores que nos muestran cómo  ser felices con la felicidad de los demás, cómo poder vivir plenamente a través de nuestros propios sueños pero además a través de los sueños de los hijos, esta situación tiene como consecuencia que podamos ver al mundo de forma diferente, probablemente con más bondad y por tanto nos convierte en mejores seres humanos y eso es lo que nos toca transmitir de vuelta a los pequeños porque éste puede ser el mejor y el más grande legado que podemos dejar en este mundo.

El difícil oficio de ser mamá



Particularmente esta semana ha sido muy dura para mí como madre, influiría seguramente que mi hijo mayor estuvo resfriado y con tos muy fuerte, que además nos contagió y hubo días en los que todos estábamos resfriados. A eso se sumó que varios días, como no pudo ir al colegio por su enfermedad tuvo que igualarse en casa cada una de las actividades de clase y tareas, pero claro, como no estaba del todo bien no lo hizo con el mejor humor. No sé si fue mi impresión pero mi hijo menor de cuatro meses estuvo más inquieto que de costumbre, sin querer dormir o llorando sin que yo entienda la razón. Tal vez sobrellevar esto no hubiera sido tan duro si es que yo no hubiera sufrido los malestares del resfrío. Como imaginarán todo esto fue llevando mi paciencia al límite y más aún porque la verdad es que tengo muy poca; al sentirme agobiada, cansada y adolorida varias veces  reaccioné negativamente con mis pequeños haciéndoles incluso llorar.  De paso leía artículos donde explicaban la importancia de acompañar con paciencia y amor a los hijos en las tareas, las consecuencias de gritarles a los niños, etc. Todo esto me hizo sentir muy culpable y más aún me hizo cuestionar si mis hijos merecían una madre- a mi parecer- tan mala.

Este fue el punto que me llevó a reflexionar profundamente sobre mi capacidad para ser una buena mamá y debo admitir que todavía no llegué a una conclusión definitiva, pero algunos puntos a los que pude llegar son:

  • Que muchas veces a pesar del gran amor que sentimos por nuestros hijos, la labor de madre puede ser un verdadero dolor de cabeza, salirse de las manos y agobiarnos hasta el punto de querer renunciar, pero a diferencia de cualquier otro oficio ésta no es una opción.

  • Entonces ¿qué nos queda a las madres que no calificamos como las sacrificadas, abnegadas e inmaculadas, que hipotéticamente existen y de las que leemos y escuchamos el 27 de mayo? Lo que yo creo que nos queda es seguir trabajando y luchando para ser mejores, algo muy importante es perdonarnos a nosotras mismas por los errores cometidos, por las lágrimas de nuestros niños y pedirles perdón a ellos también y puedan saber así que sus mamás son humanas y por tanto no son perfectas. Finalmente cada día comenzar de nuevo con la esperanza de haber aprendido de nuestras flaquezas y poco a poco ser más sabias.
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  • Otro aspecto que me pareció importante es que si bien es cierto que actualmente existe una infinidad de información a mano, gracias a la tecnología, ésta puede ser un arma de doble filo; porque si bien puede constituirse en ayuda para encontrar soluciones a diferentes problemas que pueden surgir en la crianza de los hijos, también nos pueden confundir por las variadas teorías, incluso contradictorias sobre un mismo tema, he aprendido que aquí el instinto y sentido común deben guiarnos, además ser conscientes que los consejos y tips no aplican para todos los niños porque cada uno es único y gracias a que conocemos muy bien a los hijos podremos saber cuál puede servir o 

  • Finalmente algo que me di cuenta es que compartir esta responsabilidad con la pareja es fundamental, y es aquí donde no podemos confundirnos creyendo que ellos nos tienen que ayudar, porque esto significaría que la responsabilidad es solo nuestra cuando en realidad es de ambos, por tanto ellos deben inmiscuirse buscando las mejores estrategias para ser parte del cuidado de los chicos. No obstante podemos y debemos, aunque personalmente me cuesta mucho, pedir ayuda a otros como ser nuestros padres, suegros, hermanos porque una llega a sentirse agobiada, cansada, deprimida y molesta por querer hacer todo sola, pero si dejamos que nos ayuden nos pueden aliviar mucho y esto nos servirá para cargar energías y continuar con mejor humor y amor nuestras labores cotidianas.


En conclusión, ser madre no es fácil incluso cuando el padre se inmiscuya en el cuidado de los hijos, pero debemos dejar de querer ser perfectas, de esperar que los hijos lo sean también y tener la casa ordenada  e inmaculada, que nada falte y que hagamos todo solas; somos humanas y por lo tanto cometimos y seguiremos cometiendo errores, lo importante es no exigirnos demasiado, disfrutar más, pedir ayuda cuando la necesitemos y seguir trabajando para convertirnos en la mejor madre que podamos ser y así construir junto a nuestros chiquitines recuerdos inolvidables que reconforten su corazón y les sirvan cuando ellos se conviertan en padres.

¿Qué enseñamos dentro de nuestras familias?



Este 15 de mayo se celebra el Día Internacional de la Familia, y desde hace algunos años también en el país y en el municipio se decidió conmemorar esta fecha, lo que me parece muy acertado por la importancia de la familia en la vida de todo ser humano, y en toda sociedad porque es ahí donde podemos aprender a ser los mejores seres humanos o deshumanizarnos. Pienso que esta fecha tiene que motivarnos a reflexionar sobre algo que he ido repitiendo en anteriores artículos y es lo que enseñamos y aprendemos en nuestros hogares.

No dejo de pensar en las historias que vemos y escuchamos todos los días en la radio y en la televisión y es a partir de ellas que me pregunto qué estaría pasando en la familia de los jóvenes que recientemente asesinaron a golpes a uno de sus compañeros de clases después de haberle acosado durante mucho tiempo, o en la familia de los jóvenes que asesinaron a otro por una prueba de amor, o de los primos que violaron a una pequeña de dos años, esto sin el ánimo absoluto de juzgarlos a ellos o sus familias, simplemente reflexionando e intentado buscar las causas de fondo de estos actos que causan escalofríos. En contraste  también me pongo a pensar qué pasa en las familias de jóvenes que son voluntarios en el Instituto Psicopedagógico o en la Cruz Roja, o en las familias de aquellos que protegen a los animales o del joven que creó su propia prótesis de mano o aquel que desarrolló una aplicación para aprender aymara.

Me pongo a pensar en todas estas familias porque estoy segura que en cada una de ellas se enseñaron y aprendieron muchos valores y antivalores que desencadenaron luego en acciones de los más jóvenes con tanto impacto que llegaron hasta las noticias; pero también estoy consciente que cada hogar es un mundo y nadie puede saber exactamente lo que viven las familias en su interior, sin embargo creo que podemos estar seguros que nuestros hijos aprenden de nosotros, no sólo por lo que les decimos y recomendamos si no  especialmente por lo que nos ven hacer, es decir por nuestro ejemplo, esto es lo que se nos olvida y por eso, en mi caso, por ejemplo,  yo no tengo paciencia y luego veo a mi hijo perderla también, de la misma forma mi mal carácter, algunas veces, lo veo reflejado en él  y es que los pequeños son esponjas que aprenden todo lo que ven y a los que más ven son a nosotros.

Pero no podemos quedarnos ahí, yo no puedo conformarme con que mi hijo no sea paciente y tenga mal carácter tal como yo, sino que buscaré y me comprometeré a cambiar y le demostraré a él que es posible mejorar, de esta forma vamos enviando mensajes a través de cada acción y en casi todas las situaciones serán ejemplos a seguir. Por supuesto que esto no quiere decir que los padres de los que hablaba antes hayan asesinado a alguien y que por eso sus hijos lo hicieron; pero si en nuestras casas no enseñamos el respeto hacia la vida de los demás, si no enseñamos a aceptar las diferencias de los demás o a controlar nuestras emociones y deseos, si no ponemos límites, sino sabemos decir no, los pequeños aprenderán que pueden hacer cualquier cosa para conseguir lo que quieren, no valorarán lo que tienen y ambicionarán más y por supuesto no les importará dañar a alguien más.

También es cierto que puede pasar que debido a problemas más apremiantes y urgentes como la pobreza extrema, alguna enfermedad, la ausencia de uno de los progenitores u otras situaciones se deje la educación en valores a un lado.

Lo importante aquí también es que dentro de las familias tengamos la capacidad de identificar nuestros problemas y de la misma forma la valentía de buscar ayuda externa, porque existen instancias que tienen la misión de apoyar, acompañar y ayudar a las familias que sufren problemas; de nada servirá negar los conflictos, segarnos por el amor a nuestros hijos, pensar que si pedimos ayuda los demás hablarán mal de nosotros o nos juzgarán, pienso que es peor llegar a extremos para los cuales las soluciones sean más dolorosas como ver a nuestros hijos en la cárcel o peor aún muertos.


En definitiva, la familia es la instancia más importante donde aprendemos a ser mejores personas, es la primera escuela donde nos enseñan amar y ser amados, el espacio donde nos tenemos que sentir seguros y protegidos y también donde aprendemos que no vivimos solos sino con otros seres humanos a los que debemos respetar y si a ese respeto sumamos amor de prójimo será mejor y más hermosa la convivencia porque transformaremos a nuestra sociedad en una gran familia de todos, donde se viva de forma solidaria buscando el bien común.

Trabajar para ser felices



La frase de Ernesto Sábato que me inspiró para escribir el artículo de esta semana, dice “Sólo lo que se hace apasionadamente merece nuestro afán, lo demás no vale la pena”, es así que con certeza puedo decir que la mayoría de los trabajos que  tuve tenían esta característica, es decir apasionarme, a tal punto que en uno de ellos, cuando trabajaba en la Fundación Pachamama para ser precisa, mi esposo y yo tuvimos que ponernos la regla de no hablar  sobre trabajo en la casa, porque nos gustaba tanto que se había vuelto tema de conversación a todas horas, buscando la mejor manera de afrontar el cargo. Este apasionamiento que uno logra descubrir en lo que hace es una de las más grandes bendiciones y lamentablemente no todos pueden experimentarla por diferentes razones.

Es una realidad que uno escoge su trabajo por diferentes razones, en países como Bolivia, debido al contexto económico en el que vivimos donde las oportunidades de trabajo no son las mejores y que más bien la economía informal es la predominante; muchas veces la elección se tiene que limitar a lo que pueda redituarnos como para poder sobrevivir. No obstante, no deberíamos quedarnos ahí, nuestro gobierno no debería quedarse ahí porque sólo cuando los ciudadanos trabajen en lo que realmente les hace felices, el país encontrará el camino más corto hacia un verdadero desarrollo.

Estoy segura que uno debe dedicarse o trabajar en lo que verdaderamente le apasiona porque sólo así la labor diaria más que un deber se convertirá en un placer, lo que a su vez repercutirá a que seamos cada vez más productivos y eficientes en cualquier labor en la que decidamos desenvolvernos. Soy consciente que no siempre es posible, especialmente cuando uno tiene una familia que mantener o como hijos ayudar en la subsistencia; pero es nuestro deber encontrar formas de alcanzar los sueños que anhelamos; y más importante aún hacer que el día de mañana nuestros hijos sí trabajen con gusto y no solo por necesidad, pera esto dependerá de nosotros en gran parte al guiarlos y acompañarlos a escoger un oficio o profesión que sea su vocación y los apasione.

Por tanto, un aspecto fundamental para lograr escoger lo que a uno le hace feliz es la vocación, es decir aquella inclinación o interés que sentimos en nuestro interior desde pequeños por una forma de vida o trabajo determinado o tal vez lo que nos vemos haciendo por el resto de nuestra vida. Aquí es importante tener la mente abierta, especialmente si somos padres, porque ha pasado y seguirá pasando que como progenitores tenemos el sueño que los hijos sigan nuestros pasos o sean lo que nosotros no pudimos ser y por tanto cuando ellos manifiestan intereses que no están dentro de nuestras expectativas tratamos de disuadirlos en sus decisiones. A veces los padres solo deseamos que ellos sigan una carrera universitaria,   y si escogen carreras técnicas u oficios artesanales, religiosos y artísticos nos parece que estarán desperdiciando su vida, sin saber que ése puede ser su verdadero camino hacia la felicidad.

Otro aspecto importante en la búsqueda del trabajo que nos haga felices es que muchas veces buscamos hacer sólo cosas extraordinarias, está bien tener grandes sueños, desear ganar premios, ser los más reconocidos, pero no podemos basar la elección de lo que haremos el resto de nuestra vida sólo en estos anhelos, pienso que la felicidad radica en hacer hasta las cosas más simples de forma extraordinaria y eso se logra solo cuando hacemos todo basados en el amor y el servicio hacia los demás, por eso todo lo que hacen las madres cada día por nosotros son pequeños milagros que sólo los apreciamos cuando somos grandes; cuando un artesano crea un objeto hermoso y práctico como un zapato que ayudará a caminar bien a alguien que tenga un problema en los pies y así podríamos ir nombrando más y más ejemplos.


Por tanto creo que es importante que no dejemos que el consumismo, el individualismo y la ambición sean los que marquen nuestro norte y definan en  que vamos a trabajar o nuestra forma de vivir, sino más bien que el horizonte a seguir esté guiado por valores como la solidaridad, el servicio a los demás y el bien común. Así lograremos ser felices con lo que hacemos y lo más importante hacer felices a los demás con nuestra labor cotidiana.

Enseñemos educación cívica desde casa



Es el medio día y como muchos el micro al que nos subimos con mi hijo de seis años está repleto de escolares, padres de familia, universitarios y trabajadores que vuelven a sus hogares por ser la hora del almuerzo. Como cada día poder conseguir un asiento en estas movilidades públicas es casi imposible por la cantidad de gente, pero la hora apremia y nos subimos igual. Veo muchas veces que los jóvenes no se mueven cuando entra una persona de la tercera edad o una embarazada para cederle el asiento, pero esta vez cuando entró una señora de la tercera edad de pollera le pedí a un joven de unos 25 años que pueda cederle el asiento y no pude creer lo que me respondió. Me dijo, en tono ofendido que él había pagado su pasaje y por tanto tenía todo el derecho de ir sentado. Creo que mi cara delató mi asombro al escucharlo por lo que sólo me quedó lamentar esta falta de consideración de alguien tan joven lleno de fuerzas y energía.

Esta contrariedad me hizo pensar que existen valores que como padres debemos enseñar a nuestros pequeños como la solidaridad y la consideración hacia los que más lo necesitan porque son básicos para una convivencia con los demás y porque también parece ser que en ningún otro espacio lo harán.

Por mi experiencia, puedo decir que si bien vi jóvenes que ceden el asiento a quien más lo necesita son más aquellos que se sientan en los primeros asientos y se ponen a ver sus celulares y no les importa quiénes entran o quiénes pueden necesitar sentarse más que ellos, pero no es completamente su culpa, sino de la educación que reciben y en esto nosotros como padres somos los responsables. Es triste ver que con nuestra preocupación de dar todo a  los hijos para que estén protegidos y felices, en muchos casos, estamos formando seres egoístas que sólo piensan en su bienestar y no se inmutan por la necesidad y el dolor de los demás y así se van deshumanizando cada vez más.

Es cierto que nuestro instinto paternal nos lleva a buscar lo mejor para nuestros niños, más cuando son pequeños ¿pero eso querrá decir que debe ser por encima de las necesidades de otras personas que son más frágiles y vulnerables? Personalmente opino que no, o que por lo menos que se puede encontrar un punto medio en el que podamos proteger a   los hijos y además enseñarles con el ejemplo que en espacios públicos, por ejemplo, es obligación de todas las  personas ser solidarias y consideradas especialmente con nuestros semejantes de la tercera edad, mujeres embarazadas, hombres o mujeres que llevan a su bebés y las personas con capacidades diferentes o alguien que esté enfermo. Esto significará por ejemplo cederles asiento en el transporte público, cederles el lugar en filas de bancos u otros espacios, cederles espacio en las veredas, etc.

Me imagino muchas razones por las cuales se da este fenómeno pero creo que las más importantes es no haber recibido esta educación cívica en los hogares y en la escuela, ya que en materias como ética( así se llama ahora la materia de religión), en estudios sociales y otras se podría impartir estas pautas de convivencia en sociedad con el fin de contribuir  a la formación de mejores ciudadanos y de una construcción de cultura de paz, porque ésta no es solamente la falta de guerras sino una convivencia armónica en la que todos cumplamos nuestras obligaciones, ejerzamos nuestros derechos y esté garantizada la justicia para todos por igual. Y que no solamente se promueva una cultura de competición, que si bien es productiva no debe ser deshumanizada, es decir enseñar a los más jóvenes que no importa cómo ganamos, si lo hacemos por encima de los demás, sin solidaridad no es lo mejor para nadie.


Por tanto creo que está en manos de todos, el educar en estos y otros valores a los hijos a través principalmente del ejemplo, si nosotros en estos espacios somos los primeros en ceder el asiento, la fila o simplemente la vereda ellos nos verán y harán lo mismo porque los actos son más contagiosos que las palabras. Esto significa que de todos, pero especialmente de los padres depende en gran medida la construcción de una mejor sociedad, más humana y solidaria.