Varias circunstancias me hicieron
pensar en el tema que en esta semana quisiera reflexionar junto a ustedes,
todos nos llenamos la boca en búsqueda de justicia cuando escuchamos en las
noticias hechos como el feminicidio o el infanticidio porque parece mucho más
fácil saber cuál es castigo justo para los victimarios.
Pero qué pasa en nuestra vida
cotidiana cuando sufrimos de parte de alguien, incluso de seres queridos una
serie de ofensas, abusos, humillaciones e injusticias que nos causan dolor; y
que como consecuencia estas acciones nos llenan de rabia, resentimiento y hasta
odio. Pues en muchos casos de estos sentimientos negativos nace el deseo de
venganza, un deseo visceral con el que creemos que podremos encontrar
tranquilidad o de alguna manera resarcir el dolor que nos causaron. En los casos que nos tocan tan de cerca parece
que la ley del Talión “ojo por ojo diente por diente” sería el único código que
pudiera sanar nuestras heridas, sólo viendo sufrir al causante de la misma
forma que lo hicimos nos sentiremos mejor. Vemos todo esto cumplirse en
películas, telenovelas y libros, ¿pero esto es real? ¿Será la venganza la mejor
manera de solucionar nuestros conflictos con otras personas?
Por experiencia propia puedo
decir que no; que la venganza sólo te hostiga a acumular sentimientos negativos
como el rencor y el resentimiento y esto a su vez te trae más consecuencias
negativas como vivir en el pasado repitiendo y repitiendo la ofensa, el abuso,
la humillación o la injusticia, lo que no te deja comenzar de nuevo, mantiene
abierta una herida que si no sana no podrás seguir con tu vida y hasta puede
convertirse en una obsesión.
Es así que la venganza saca lo
peor de uno mismo, nos deja mascullando el dolor una y otra vez, es así que nos
encierra en un círculo vicioso de odio que si no superamos no sólo nos dañará a
nosotros mismos sino a los seres queridos, porque si bien el amor y la
felicidad se transmiten a todos los que nos rodean como una luz, los
sentimientos negativos también cundirán a los círculos más cercanos como un
manto de obscuridad.
Entonces aquí deberíamos
plantearnos si vale la pena todo esto para vengarnos, para hacer pagar por
nuestro dolor, ¿nos hará sentir mejor herir premeditadamente a alguien aunque
éste nos hubiera herido antes? ¿Sanará nuestra herida convirtiéndonos en los
seres que odiamos por las cosas que nos hicieron? La verdad es que a pesar de
haber recurrido a la venganza nada mejora, yo lo experimenté personalmente
cuando quise vengarme de un ex novio y cuando lo hice no me sentí mejor, sólo
me sentí más culpable y una persona horrible. Pienso que desde ese momento
entendí que la venganza no es la salida y que sólo el perdón puede liberarte y
puede sanar tus heridas.
Muchos pensarán que perdonar es
sinónimo de debilidad, pero el perdón es la acción más valiente que puedas
experimentar porque para hacerlo debes arriesgar nuevamente tu corazón, porque
no tenemos que confundir el verdadero perdón con el que damos de boca sin
hacerlo de corazón por eso muchos dicen: “ perdonar es divino y errar es humano”
cuando como seres humanos tenemos la capacidad de perdonar como un acto de amor,
es por eso que no es fácil y que no se puede hacer inmediatamente, el perdón es
un proceso en el que cada uno debe pasar etapas de rabia, rencor, dolor y
superación y recién en esta última nos damos cuenta que el odio o el deseo de
venganza no aportan nada positivo en nuestra vida y que en cambio el perdón sí
lo hará porque tiene un poder curativo que descubriremos al practicarlo.
Tal vez podemos comenzar cuando
en ocasiones, en casa, con nuestra pareja existen desacuerdos o sentimos que
nos ha ofendido o dañado de alguna manera; la única manera de continuar con el
matrimonio es saber perdonar y pedir perdón todos los días. Así también
enseñaremos a nuestros hijos este poder curativo del perdón, si ellos viven esta
práctica en nuestros hogares podrán replicarlo en los suyos cuando sean mayores
y así serán mejores personas.
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