martes, 22 de agosto de 2017

¿Por qué es mejor motivar una competitividad sana?





Un tema de interés en una reunión de madres de familia al que asistí, fue el académico; cada una fue planteando su preocupación por mejorar la educación de sus niños y niñas, una de ellas comentó que conocía una profesora de nivelación en lenguaje y otra sobre un curso para mejorar en inglés y matemáticas. Aquí nació el tema de la importancia de contar con toda la ayuda posible para hacer que nuestros pequeños se conviertan en alumnos competitivos. Ante este planteamiento discrepé entre todas porque realmente pienso que todavía son muy pequeños para tomar bajo su responsabilidad tal hazaña. Todas se asombraron cuando les dije esto, pues replicaron que en esta época tan competitiva nuestros hijos deben estar muy bien preparados.

La conversación se diluyó, no recuerdo bien por qué, pero se me quedó la inquietud de sus palabras; es una realidad que vivimos en una época en la que los requerimientos para becas, puestos de trabajo y otros son más exigentes con el paso del tiempo, por ejemplo saber hablar sólo inglés ya no es suficiente, sino es necesario dominar varios idiomas, tener conocimientos sobre las nuevas tecnologías además de los conocimientos específicos de una profesión, y otros conocimientos más. También es cierto que si uno aprende en una edad más temprana se le hace más fácil asimilar todo. No obstante no me parece que esto sea una excusa, primero para llenar de actividades extracurriculares el tiempo libre de nuestros niños y segundo incitar la aplicación de la cara negativa de la competitividad en ellos.

Digo esto porque no es extraño encontrar este tipo de competitividad, la vemos todos los días en las oficinas, en las escuelas, en las universidades y en otros ámbitos, donde no importa cómo se gane, cómo se logre ser el mejor, cómo se llegue a la cima; lo importante es hacerlo y si para ello pasamos por encima de otros, lastimando y humillando está bien. Lo que preocupa puede ser que parece que las personas que hacen esto son las que tienen más éxito, tienen los mejores cargos, las mejores casas, pero deberíamos preguntarnos ¿serán los que se sienten más satisfechos? y yendo más allá ¿serán verdaderamente felices? Apostaría que no, que más bien su ambición va creciendo y nunca encuentran satisfacción con lo que logran y siempre quieren más y harán lo que sea por conseguirlo.

Aquí es donde debemos plantearnos como padres: realmente ¿queremos esto para nuestros hijos, que estén llenos de actividades y estudios sin tener tiempo para jugar, para ser niños? ¿Queremos que por desear ser los mejores de su clase, los más preparados, tener las notas más altas no les importe qué deban hacer y por encima de quién pasar? Y más aún ¿que por querer cumplir expectativas poco realistas, que normalmente son más nuestras como padres, se frustren y se depriman sintiéndose unos fracasados y peor todavía sintiendo que nos decepcionaron?

Qué importante es entonces estar conscientes que cada niño tiene un ritmo en el aprendizaje teórico como práctico, es decir en materias como lenguaje, matemáticas, inglés,  o como en educación física y música; cada uno también tiene habilidades para unas materias más que para otras y finalmente que las notas tanto de primaria como de secundaria no determinan el futuro académico de nuestros pequeños, es decir que ser el mejor de su clase en el colegio no garantiza que será el mejor profesional.

Algo más importante que estarnos comparando con los demás es saber que somos capaces de lograr todo lo que nos propongamos trabajando duro, que cualquier sueño se puede hacer realidad si realmente luchamos por alcanzarlo y que el camino para conseguirlo en compañía es mucho mejor, teniendo el apoyo y el cariño de los seres queridos y  saber también que ayudando a los demás a cumplir sus propios sueños no nos retrasará sino que nos llenará de más energía para conseguir los nuestros.


Por eso creo que, como padres, debemos más bien motivar en nosotros mismos y más en los niños una competitividad sana de superación personal y no en comparación con los demás; es decir la búsqueda en ser hoy mejor que lo que fui ayer; una competitividad que no deje de lado el trabajo en equipo, la cooperación y la solidaridad y que promueva además el disfrute de aprender exigiéndonos sí, pero sin presiones desmedidas porque lo importante es aceptarnos como somos y aceptar a los demás de la misma forma, buscando siempre ser la mejor persona en la que podemos convertirnos.

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