Conversando con mi sobrino que es
un entusiasta de las fogatas en San Juan discutíamos sobre los niveles de
contaminación, pues él me aseguraba que los automóviles, especialmente los
micros con escapes enormes contaminaban más que una fogata hecha de maderas,
esto puede ser cierto; sin embargo pienso que si bien una fogata no contamina
tanto, la suma de miles de fogatas lo
hacen, sin contar que no todos sólo quemarán madera sino lo que encuentren en
casa. Le ponía como ejemplo la gota en el mar, parece que sin ella o con ella
el mar no cambiaría, pero con un millón de ellas sí, por esta razón si todos
somos conscientes de que nuestros actos afectan a nuestro entorno y en este
caso específico al medio ambiente podremos tomar una decisión responsable por cuanto
la tradición no puede pesar más que el bien común de nosotros y de los que
vivirán en el futuro.
Por tanto, si bien las tradiciones
que tenemos en Bolivia y en toda Latinoamérica, sobre todo las que se remontan
a años y años de práctica, son uno de los pilares para la formación de la
identidad de los pueblos y sus culturas; las personas que somos parte de estas
comunidades debemos plantearnos la pertinencia de cada costumbre, pues el
contexto histórico y social y en el caso de San Juan el contexto medio
ambiental no son los mismos que en el pasado por lo que se hace imprescindible
tomar consciencia de cómo seguimos afectando nuestro hábitat y si vale la pena
que por costumbre sigamos contaminando.
Muchos, como mi sobrino me dirán
que no es comparable la contaminación que realizan diariamente las movilidades,
pero también es cierto que la noche más contaminada en el año es la de San
Juan; por ejemplo el año pasado los datos que presentaron las autoridades
municipales del área aseguraron que la contaminación se incrementó en un 376%,
la cifra es alarmante y nos debería preocupar de sobre manera, porque se
sobrepasó por mucho los límites permitidos de contaminación; las autoridades
también informaron que no sólo se trataron de fogatas en calles y domicilios
sino también la quema de pastizales, incluso se produjo un incendio. Estos
datos son suficientes para determinar que las fogatas tradicionales de estas
fechas sí afectan al medio ambiente y por consiguiente a nosotros que somos los
que respiramos este aire contaminado durante la noche y al día siguiente.
Entonces mi planteamiento es que
todos y cada uno se ponga a pensar en las costumbres y tradiciones que
practica, no sólo en estas fechas sino durante todo el año y tampoco limitarse
a las tradiciones sociales sino también a las familiares y hasta las
individuales, es decir a toda actividad que realizamos rutinariamente y por
hábito también; pero lo más importante aún hacernos la pregunta: ¿cada una de
estas costumbres aportan, enriquecen y/o mejoran algún aspecto de nuestra vida?
¿Cuánto cambiaría nuestra vida si no practicaríamos estas tradiciones? Espero
que las respuestas que encontremos sean la mayoría positivas pero estoy segura
que también habrá algunas negativas, personalmente una costumbre negativa es no llevar bolsas
reutilizables cuando vamos de compras y una tradición que también me parece
negativa es comprar cada año un vestido nuevo para el niño Jesús en Navidad
porque luego tengo como 50 vestidos con los que no sé qué hacer. Por
consiguiente, es una realidad que las costumbres también son herencia familiar
y por lo mismo es importante que estas sean positivas y favorezcan la
convivencia en comunidad.
En conclusión, la reflexión a la
que debemos llegar es que debemos estar conscientes que todo lo que hacemos
como seres humanos afecta nuestro entorno y como los seres inteligentes y
pensantes es nuestra responsabilidad tomar las mejores decisiones no sólo para
nosotros sino para el bien de todos, sólo así conseguiremos que el paso por
esta vida sea la más positivo posible y que como legado dejemos tradiciones que
no afecten negativamente a los demás y al contrario enriquezcan y aporten a mejorar nuestra
ciudad, nuestro país y por tanto todo el planeta.
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