La noticia que me impactó como a
muchos la semana pasada fue aquella que contaba cómo una hija y su esposo habían
retirado del hospital a su madre que estaba desahuciada por los médicos pero
que no había fallecido aún. Uno pensaría, como sería lógico, que la llevarían a
su casa para que pueda pasar sus últimos minutos de vida junto a sus seres
queridos, pero no fue así la trasladaron directamente a una sala de velatorios
donde esperaban que muera; como siempre la vida nos trae sorpresas o enseñanzas
en realidad, la madre no muere y sufre muchas horas en un lugar no apto para su
estado.
Esta triste historia me hizo pensar
en una pregunta ¿por qué son importantes los padres en nuestra vida? Tal vez
parezca una pregunta con una respuesta muy obvia, pero quiero que me acompañen
a reflexionar en ella. Tal vez encontremos algo más de lo que nos imaginamos y
podamos entender lo que estas personas hicieron.
En primera instancia los padres
son los que nos dan nuestra identidad, es decir el saber de dónde venimos, pero
también gracias a ellos se fortalece o no nuestra autoestima; nos enseñan a
amar y ser amados, por sus enseñanzas, sabemos qué está mal y bien; en muchas
ocasiones heredamos o aprendemos las mejores virtudes y los peores defectos.
Gracias a su ejemplo sabremos cómo queremos constituir la propia familia; pero
principalmente son los que nos darán la certeza o no de que podremos conseguir
todos los sueños que anhelamos.
En muchos casos, lamentablemente también
es cierto que nuestros padres son los que nos dejan los mayores temores e
inseguridades ya sea por su ausencia, abandono, falta de cariño, abuso,
violencia y otros.
No obstante pienso que
tampoco podemos dejarles toda la
responsabilidad de la vida futura a ellos, es cierto que nos dan las
bases, pero no son los que tomarán
decisiones cuando seamos mayores. Depende de nosotros cómo llevemos adelante el
camino que nos tracemos, está en nuestras manos superar todo lo negativo de
nuestro pasado; también nos toca la responsabilidad como hijos tratar de
entender lo que tuvieron que pasar ellos por nosotros y comprender también que
como todo ser humano cometieron errores, que nos afectaron profundamente
quizás, pero que el ser padre es una responsabilidad tan grande que no todos
estamos preparados.
Pienso que esto es más fácil de
entender cuando nos convertimos en padres, y tenemos en nuestras manos la vida,
el desarrollo emocional y físico de los hijos, toda decisión que tomemos
afectará positiva o negativamente y a veces nos sentimos tan inseguros de lo
que hacemos y no tenemos la menor idea
de cómo reaccionar frente a algún acontecimiento o problema.
Definitivamente no es sencillo
ser padre o madre, pero algo que estoy aprendiendo con mis hijos es que no está
mal equivocarse, lo importante es admitirlo, disculparse y aprender lo más que
pueda de ese error, así tenemos la oportunidad de enseñar a nuestros pequeños
que no tenemos que ser perfectos, que no está mal equivocarse, saber perdonar,
pedir perdón y aprender de nuestros errores.
Por todo esto, las relaciones
entre hijos y padres tampoco son fáciles, mientras vamos creciendo, la imagen
que tenemos de nuestros padres se transforma de héroes a personas que no saben
nada, o que no entienden ya sobre la vida actual y quieren que vivamos a su
manera y ellos por su parte nos ven transformarnos de dóciles niños a rebeldes
adolescentes e incontrolables jóvenes. Deseando desde el fondo de su corazón
que no cometamos los mismos errores que ellos cometieron, porque en cada una de
nuestras caídas ellos sufren el doble y lo más importante es que encontremos
felicidad y estabilidad financiera para
que puedan quedarse tranquilos cuando ya no estén junto a nosotros.
Por todo lo expuesto aquí, a
pesar de cualquier problema o crisis que tengamos con nuestros padres, no
podemos dejar de respetarlos, de agradecerles por la vida que nos dieron,
incluso por sus errores porque sin ellos no seríamos las personas que somos. Es
nuestra responsabilidad como hijos, como seres humanos cuidarlos, propiciarles
una vida tranquila, segura y llena de cariño en sus últimos años y no dejarles
abandonados en hospicios sin visitarles, o esperar su muerte para estar más
tranquilos, porque cuando nos falte nuestra madre o nuestro padre no tendremos
a nadie más que nos ame tan desinteresadamente, porque como vimos, ni nuestros
hijos pueden hacerlo.
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