Este 15 de mayo se celebra el Día
Internacional de la Familia, y desde hace algunos años también en el país y en
el municipio se decidió conmemorar esta fecha, lo que me parece muy acertado
por la importancia de la familia en la vida de todo ser humano, y en toda
sociedad porque es ahí donde podemos aprender a ser los mejores seres humanos o
deshumanizarnos. Pienso que esta fecha tiene que motivarnos a reflexionar sobre
algo que he ido repitiendo en anteriores artículos y es lo que enseñamos y
aprendemos en nuestros hogares.
No dejo de pensar en las
historias que vemos y escuchamos todos los días en la radio y en la televisión
y es a partir de ellas que me pregunto qué estaría pasando en la familia de los
jóvenes que recientemente asesinaron a golpes a uno de sus compañeros de clases
después de haberle acosado durante mucho tiempo, o en la familia de los jóvenes
que asesinaron a otro por una prueba de amor, o de los primos que violaron a
una pequeña de dos años, esto sin el ánimo absoluto de juzgarlos a ellos o sus
familias, simplemente reflexionando e intentado buscar las causas de fondo de
estos actos que causan escalofríos. En contraste también me pongo a pensar qué pasa en las
familias de jóvenes que son voluntarios en el Instituto Psicopedagógico o en la
Cruz Roja, o en las familias de aquellos que protegen a los animales o del
joven que creó su propia prótesis de mano o aquel que desarrolló una aplicación
para aprender aymara.
Me pongo a pensar en todas estas
familias porque estoy segura que en cada una de ellas se enseñaron y
aprendieron muchos valores y antivalores que desencadenaron luego en acciones de
los más jóvenes con tanto impacto que llegaron hasta las noticias; pero también
estoy consciente que cada hogar es un mundo y nadie puede saber exactamente lo
que viven las familias en su interior, sin embargo creo que podemos estar
seguros que nuestros hijos aprenden de nosotros, no sólo por lo que les decimos
y recomendamos si no especialmente por
lo que nos ven hacer, es decir por nuestro ejemplo, esto es lo que se nos
olvida y por eso, en mi caso, por ejemplo, yo no tengo paciencia y luego veo a mi hijo
perderla también, de la misma forma mi mal carácter, algunas veces, lo veo
reflejado en él y es que los pequeños
son esponjas que aprenden todo lo que ven y a los que más ven son a nosotros.
Pero no podemos quedarnos ahí, yo
no puedo conformarme con que mi hijo no sea paciente y tenga mal carácter tal
como yo, sino que buscaré y me comprometeré a cambiar y le demostraré a él que
es posible mejorar, de esta forma vamos enviando mensajes a través de cada
acción y en casi todas las situaciones serán ejemplos a seguir. Por supuesto
que esto no quiere decir que los padres de los que hablaba antes hayan
asesinado a alguien y que por eso sus hijos lo hicieron; pero si en nuestras
casas no enseñamos el respeto hacia la vida de los demás, si no enseñamos a
aceptar las diferencias de los demás o a controlar nuestras emociones y deseos,
si no ponemos límites, sino sabemos decir no, los pequeños aprenderán que
pueden hacer cualquier cosa para conseguir lo que quieren, no valorarán lo que
tienen y ambicionarán más y por supuesto no les importará dañar a alguien más.
También es cierto que puede pasar
que debido a problemas más apremiantes y urgentes como la pobreza extrema,
alguna enfermedad, la ausencia de uno de los progenitores u otras situaciones
se deje la educación en valores a un lado.
Lo importante aquí también es que
dentro de las familias tengamos la capacidad de identificar nuestros problemas
y de la misma forma la valentía de buscar ayuda externa, porque existen instancias
que tienen la misión de apoyar, acompañar y ayudar a las familias que sufren
problemas; de nada servirá negar los conflictos, segarnos por el amor a
nuestros hijos, pensar que si pedimos ayuda los demás hablarán mal de nosotros
o nos juzgarán, pienso que es peor llegar a extremos para los cuales las
soluciones sean más dolorosas como ver a nuestros hijos en la cárcel o peor aún
muertos.
En definitiva, la familia es la
instancia más importante donde aprendemos a ser mejores personas, es la primera
escuela donde nos enseñan amar y ser amados, el espacio donde nos tenemos que
sentir seguros y protegidos y también donde aprendemos que no vivimos solos
sino con otros seres humanos a los que debemos respetar y si a ese respeto
sumamos amor de prójimo será mejor y más hermosa la convivencia porque
transformaremos a nuestra sociedad en una gran familia de todos, donde se viva
de forma solidaria buscando el bien común.
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