En un artículo anterior describí
lo difícil que puede convertirse la labor de ser madre, ahora complementando la
visión de la maternidad quiero compartir con ustedes lo maravilloso de este
oficio, porque como dicen no todo es color rosa, pero tampoco todo es negativo.
A pesar de que como madres podemos vivir momentos difíciles; existen otros,
maravillosos, llenos de amor y alegría, las satisfacciones también son parte de
nuestro día a día, como cuando consigues sintonizar con tu hijo para realizar
sus tareas y vamos aprendiendo juntos, especialmente tú vas desarrollando tu paciencia y aprendes que cada niño tiene su
forma y tiempo de aprender, o cuando te dicen que te aman de la luna al sistema
solar 390.543 vueltas y se vuelve tu caballero protector, o como cuando tu
pequeño se ríe de la mueca que le hiciste y la disfruta más que cualquier cosa,
o que cuando llora sólo te busca a ti para calmarse o que sólo duerme tranquilo
y feliz entre tus brazos. Todas estas experiencias son las que te regala la
maternidad y hacen que tu vida nunca vuelva a ser como antes.
Por todo esto y más la maternidad
es una experiencia única y que cambia definitivamente tu vida, cuantas veces
vuelvas a ser madre. Personalmente mis dos experiencias han sido procesos en
los que he aprendido tal vez más que en toda mi vida anterior. Lo más
importante que aprendí en las dos ocasiones que fui madre son las diferentes
formas en las que puede expresar y vivir el amor un ser humano. Las formas más
hermosas que vivimos a diario las mamis son el desprendimiento absoluto por
otro ser fuera de nosotros, pudiendo entregar la vida si fuera necesario;
también la preocupación y la necesidad que tenemos todas de enseñar a amar así
a nuestros hijos, no solo a nosotras y a su familia sino a todos a su alrededor.
Ser madre dos veces también me
enseñó o tal vez debería decir que me confirmó que las mujeres podemos ser más
fuertes de lo que nosotras mismas nos imaginamos y esto no es sólo una
creencia, leí artículos donde la ciencia explica cómo existen hormonas que
regulan los vínculos afectivos, cuyo efecto más sorprendente es el gran
desarrollo del área de protección y de eficiencia y ahí se me vienen a la mente
muchas historias en las que madres murieron salvando a sus hijos. Este valor
también es muy importante en los momentos de crisis, que debo decir son muchos,
aquellos en los que sentimos no poder
más, pero volvemos a pesar de todo porque nuestra vida ya no tendría sentido
sin nuestros pequeños.
En lo práctico, también
aprendí a ser más efectiva y productiva.
Una madre ya sea que trabaje o se quede en casa tiene millares de cosas que
hacer y que están bajo su responsabilidad, lo logra a través del aprendizaje de
cada día y de la necesidad diaria, priorizando lo urgente sin olvidar lo
importante como toda una directora de una transnacional. Por eso es que como
madres tenemos la capacidad de cuidar al hijo pequeño mientras acompañamos a
hacer las tareas al mayor y en medio tenemos que cocinar o limpiar o tal vez
hacer otro trabajo para clientes fuera de casa.
Algo hermoso que aprendí al ser
mamá y que ahora nuevamente siento con intensidad es a ser más empática con los
demás, pienso que ser madre te da mayor sensibilidad no sólo con otros niños,
que a mí me pasa a menudo, pues puedo ver los ojos de mis hijos en cada uno de
los pequeños con los que me encuentro, sintiendo una gran ternura por ellos;
así pienso que la maternidad nos regala una bondad que antes no
experimentábamos por diversas razones, quizás especialmente porque antes éramos
más egoístas y es a través de esta bondad por la que podemos entender a los
demás de una forma más profunda y espiritual no sólo a través de las palabras
sino especialmente por lo que no se dice
porque es así cómo entendemos a nuestros bebés cuando ellos no pueden
hablar.
En conclusión la experiencia de
ser madre, al enseñarnos valores que nos muestran cómo ser felices con la felicidad de los demás, cómo
poder vivir plenamente a través de nuestros propios sueños pero además a través
de los sueños de los hijos, esta situación tiene como consecuencia que podamos
ver al mundo de forma diferente, probablemente con más bondad y por tanto nos
convierte en mejores seres humanos y eso es lo que nos toca transmitir de
vuelta a los pequeños porque éste puede ser el mejor y el más grande legado que
podemos dejar en este mundo.
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