sábado, 12 de agosto de 2017

Recordar cómo ser niños





¿Alguna vez se han preguntado, si se encontraran en un espacio y tiempo paralelos con su yo niño qué les diría? En un taller al que asistí hace un año atrás nos plantearon esto y nos pidieron más aún, teníamos que escribir una carta que nuestro yo niño nos enviaría, entonces cada uno se puso a recordar qué pensábamos cuando éramos pequeños, qué soñábamos ser y hacer además si todo eso se habría cumplido o no. Una de las cosas que mi yo niña me escribió en su carta fue que me felicitaba por haber alcanzado la meta de salir profesional y tener una linda familia, pero luego la pequeña Eliana me preguntaba cuándo había dejado de disfrutar las cosas simples de la vida y a ser feliz sin tener un centavo en el bolsillo con tan solo la compañía de mis amigas y tal vez lo más importante amar a los demás como son, sin querer cambiarlos. El resultado de este simple ejercicio me hizo reflexionar profundamente sobre mi vida y mis sueños.

Es así que en esta semana que se festejará el día del niño y cuando muchos de nosotros estamos pensando cómo celebrar con nuestros hijos, en sus escuelas o en familia y las autoridades  llenan de elogios y promesas sus discursos en conmemoración a los pequeñitos, volviendo a decir como todos los años que son el futuro de nuestro país y que se trabajan en políticas para prevenir violencia frente a ellos y que vivan una vida mejor; yo  les propongo preguntarnos ¿qué podemos aprender de los niños? Si pueden en sus casas o trabajos hacer el ejercicio de la carta de su yo pequeño a ustedes en este momento, les aseguro que se sorprenderán lo que pueden descubrir.

Personalmente, después de hacer este ejercicio y ver cada día cómo experimenta el mundo mi hijo de seis años  puedo decir que lo que podemos aprender de los niños puede ayudarnos a ser más felices, más humanos. Como mayores pensamos que la vida de los más pequeños es más fácil, más simple y es que en muchos casos es así, porque ellos siempre viven el hoy, no se estancan en el pasado y tampoco se obsesionan con el futuro, por eso cuando se pelean con sus hermanos o sus amigos se reconcilian en unos minutos porque como leí en algún post su felicidad es más importante que su orgullo.

Por tanto, nuestros niños saben hacer muchísimas cosas bien pero lo que mejor hacen es disfrutar de los pequeños placeres de la vida como los días soleados para ir a jugar, los días de lluvia para poder saltar en los charcos de agua, los días de nieve y granizo para jugar con bolas de hielo, el cariño y compañía de sus mascotas, reírse hasta caerse de un chiste una y mil veces. También son fabulosos en ser felices con la compañía de los que aman, como cuando ruegan por un poco de tiempo a sus padres, aunque sea media hora para jugar; saben perdonar de corazón y olvidar el pasado para ser felices, por eso aunque uno les regañe o incluso haya padres que los golpean siguen amando a sus progenitores por encima de todo y vuelven a confiar en ellos al día siguiente.

Así, por otra parte tienen la capacidad de ilusionarse con pequeñas cosas como tener unos dulces esperándolos en casa, lo que será suficiente para borrar un mal día en la escuela o la capacidad que tienen de asombrarse de lo nuevo que conocen y siempre están en contra de las injusticias. Algo que me sorprende siempre es que ellos no hacen ninguna diferencia con otros pequeños diferentes a ellos (por su raza o capacidades especiales), porque son simplemente más niños con los que se puede jugar, solo al crecer van reconociendo esas diferencias y aprendiendo los prejuicios que de adultos los harán discriminar.


Por tanto, a pesar de que los niños son el grupo de edad más frágil y vulnerable, son muchas veces, más valientes y más fuertes que nosotros porque pueden superar situaciones realmente difíciles y a pesar de todo todavía saben sonreír, si pudiéramos como mayores aplicar la mitad de estas habilidades, si pudiéramos recordar cómo ser niños, nos convertiríamos en personas más humanas y más felices, menos egoístas y discriminadores; pudiendo soñar junto a los niños con un mundo mejor en el que ellos puedan vivir cuando nosotros ya no estemos.

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