sábado, 12 de agosto de 2017

Enseñemos educación cívica desde casa



Es el medio día y como muchos el micro al que nos subimos con mi hijo de seis años está repleto de escolares, padres de familia, universitarios y trabajadores que vuelven a sus hogares por ser la hora del almuerzo. Como cada día poder conseguir un asiento en estas movilidades públicas es casi imposible por la cantidad de gente, pero la hora apremia y nos subimos igual. Veo muchas veces que los jóvenes no se mueven cuando entra una persona de la tercera edad o una embarazada para cederle el asiento, pero esta vez cuando entró una señora de la tercera edad de pollera le pedí a un joven de unos 25 años que pueda cederle el asiento y no pude creer lo que me respondió. Me dijo, en tono ofendido que él había pagado su pasaje y por tanto tenía todo el derecho de ir sentado. Creo que mi cara delató mi asombro al escucharlo por lo que sólo me quedó lamentar esta falta de consideración de alguien tan joven lleno de fuerzas y energía.

Esta contrariedad me hizo pensar que existen valores que como padres debemos enseñar a nuestros pequeños como la solidaridad y la consideración hacia los que más lo necesitan porque son básicos para una convivencia con los demás y porque también parece ser que en ningún otro espacio lo harán.

Por mi experiencia, puedo decir que si bien vi jóvenes que ceden el asiento a quien más lo necesita son más aquellos que se sientan en los primeros asientos y se ponen a ver sus celulares y no les importa quiénes entran o quiénes pueden necesitar sentarse más que ellos, pero no es completamente su culpa, sino de la educación que reciben y en esto nosotros como padres somos los responsables. Es triste ver que con nuestra preocupación de dar todo a  los hijos para que estén protegidos y felices, en muchos casos, estamos formando seres egoístas que sólo piensan en su bienestar y no se inmutan por la necesidad y el dolor de los demás y así se van deshumanizando cada vez más.

Es cierto que nuestro instinto paternal nos lleva a buscar lo mejor para nuestros niños, más cuando son pequeños ¿pero eso querrá decir que debe ser por encima de las necesidades de otras personas que son más frágiles y vulnerables? Personalmente opino que no, o que por lo menos que se puede encontrar un punto medio en el que podamos proteger a   los hijos y además enseñarles con el ejemplo que en espacios públicos, por ejemplo, es obligación de todas las  personas ser solidarias y consideradas especialmente con nuestros semejantes de la tercera edad, mujeres embarazadas, hombres o mujeres que llevan a su bebés y las personas con capacidades diferentes o alguien que esté enfermo. Esto significará por ejemplo cederles asiento en el transporte público, cederles el lugar en filas de bancos u otros espacios, cederles espacio en las veredas, etc.

Me imagino muchas razones por las cuales se da este fenómeno pero creo que las más importantes es no haber recibido esta educación cívica en los hogares y en la escuela, ya que en materias como ética( así se llama ahora la materia de religión), en estudios sociales y otras se podría impartir estas pautas de convivencia en sociedad con el fin de contribuir  a la formación de mejores ciudadanos y de una construcción de cultura de paz, porque ésta no es solamente la falta de guerras sino una convivencia armónica en la que todos cumplamos nuestras obligaciones, ejerzamos nuestros derechos y esté garantizada la justicia para todos por igual. Y que no solamente se promueva una cultura de competición, que si bien es productiva no debe ser deshumanizada, es decir enseñar a los más jóvenes que no importa cómo ganamos, si lo hacemos por encima de los demás, sin solidaridad no es lo mejor para nadie.


Por tanto creo que está en manos de todos, el educar en estos y otros valores a los hijos a través principalmente del ejemplo, si nosotros en estos espacios somos los primeros en ceder el asiento, la fila o simplemente la vereda ellos nos verán y harán lo mismo porque los actos son más contagiosos que las palabras. Esto significa que de todos, pero especialmente de los padres depende en gran medida la construcción de una mejor sociedad, más humana y solidaria.

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